Podríamos decir que esta película habla del abandono. De abandonar a la pareja, de intentarlo, pensarlo, sopesarlo, o de ser nosotros los abandonados. De las consecuencias de abandonar a tu propio hijo, del momento en que nos decidimos en abandonar la casa de nuestros padres, o del abandono que sufren las personas mayores. Incluso del abandono de los animales, puesto que el periplo vital de sus protagonistas empieza, precisamente, en el momento en el que ven a un perro que está siendo abandonado.
También podríamos decir que este filme habla de esos momentos clave en nuestra vida en los que debemos tomar unas decisiones demasiado difíciles de tomar. Aquellos momentos en que vemos que nuestras relaciones o profesiones no funcionan, quizás porque ya no tienen sentido. De aquel punto en el que sentimos que hay que cambiar de aires o inquietudes, para poder encontrarle sentido a lo que hacemos o con quienes nos relacionamos. De aquel momento en que la alternativa a eso no existe, o en el mejor de los casos, existe pero es casi imposible de alcanzar.
Incluso podríamos destacar que esta película traza unas interesantísimas reflexiones acerca de la soledad, de temerla y de tolerarla, incluso amarla una vez estamos acostumbrados a ella. Que crea unas situaciones muy trabajadas para plantearnos ese eterno dilema escondido que tenemos cuando vivimos con alguien, puesto que hay muchas cosas que nos molestan de la persona o personas con las que convivimos. De si somos seres sociales o realmente somos individualistas y poco tolerantes con el prójimo, el vecino y el otro.
Podríamos señalar que esta película sigue los destinos de un pequeño grupo de personajes durante esos 53 días de invierno que se anuncian en el título, 53 días llenos de frío en el exterior, y helados en el interior de cada uno de ellos. 53 días realmente duros en los que las buenas notícias brillan por su ausencia, pero que todos hemos tenido que vivir en algún período de nuestras vidas. 53 días en los que nos hemos sentido perdidos, y nos hemos planteado las ideas más descabelladas con tal de no seguir sintiéndonos tan mal como estábamos. 53 días en los que hemos cometido errores y en los que hemos perdido a personas importantes en nuestra vida, que quizás no podamos recuperar nunca. 53 días en los que hemos estado obcecados y obsesionados por una pérdida que nos ha hecho perder a más personas, y que nos ha extraviado a nosotros mismos.
Pero como son tantos los argumentos que nos lanza la película, que cada uno disfrutará e interpretará a su manera, basándose en sus propias ideas enterradas en uno mismo, vamos a hacer algo muy distinto.
Lo primero, felicitar a la realizadora de este milagro en versión española: Judith Colell. Por el atrevimiento, por el riesgo asumido, por su independencia creativa, por trabajar sin concesiones una trama y unos personajes sublimemente retratados y desmenuzados a la perfección, al milímetro. Por el buen uso de la cámara, (a lo "dogma95"), por acercarnos tanto a los personajes, y por hacer, por fin, una película seria en este país. Sin explicarlo y masticarlo todo, sin utilizar los típicos recursos del mal cine español, por hacer un producto diferente, atractivo y apartado de todo aquello a lo que ya estamos acostumbrados, y lo peor de todo, resignados.
Felicidades también por no darnos un producto a lo Isabel Coixet, de cuyo mundo silencios y detalles sensibles varios ya estamos algo cansados. De que los silencios, en esta película, sirvan para seguir pensando y sintiendo con la máxima intensidad.
En segundo lugar, hacer la felicitación extensiva a un grupo de actores que sabemos tuvieron que sufrir lo suyo, puesto que la realizadora les hizo repetir las escenas en muchísimas ocasiones, confirmando el ejercício de precisión dentro de un conjunto de ideas que estaban muy claras en la mente de Judith. Alex Brendemulh, Sílvia Munt, Mercedes Sampietro y el resto de actores están geniales y esforzados en hacer de esta película, que sólo dura hora y media, algo creíble y real.
Capítulo a parte merece mi admiradísima, desde pequeña, Aina Clotet. Hoy en día es, para mí, la joven promesa española con más ofício, y mi preferida, la que más sabe comunicarme, la que consigue sensibilizarme con sus interpretaciones, la que siempre me creo, con la que en todo momento disfruto, y a la que le veo, si el mundo del celuloide es justo, con más posibilidades para triunfar a gran escala.
Con una fuente inagotable de recursos expresivos, y siempre con las ganas de aprender y comunicar, de forma humilde y agradable, para mí no tiene competidora. Incluso el mismísimo Neil LaBute le ha echado ojo en un reciente experimento teatral en Barcelona. Si por mí fuera, la propondría para terminar la trilogía americana de Lars von Trier, y seguro que ella no se quejaría y cansaría de trabajar duro con él, como sí le ocurrió a la "gran" Nicole Kidman. Sus personajes no son nada fáciles, pero le echen lo que le echen, sabe estar, cumple como muy pocas e incluso hace milagros con algunos papeles que le dan y que no son dignos de una actriz de su nivel. El de la película que nos ocupa es el mejor papel que le han dado.
Recomendaciones: Esta es una película ideal para aquellos que les gusten los dramas intimistas. Pero no se confundan de película: este no es un drama al uso, ni un culebrón artificial. A los que les gusten los dramas convencionales, no les gustará. Esta película es para aquellos que no interpreten una película dura como un mal entretenimiento que les amargue la tarde, sino como una oportunidad de revivir malos momentos y aprender a través de una obra de arte.
No hace falta decir que, si quieres ser crítico con todo el cine hecho en nuestro país, tendrás razones para ello. No porque la película te las dé, sino porque tú mismo confundirás los términos que desees. España no tiene una industria de cine decente, y por lo tanto, esta película no puede llegar a ciertos niveles, pero es de personas justas reconocer la inmensa labor que ha hecho todo el equipo por apartarse de los estándares típicos que abundan en nuestro país.
Personalmente, la recomendaría a todos aquellos que siempre estén dispuestos a aprender y a experimentar, sea cual sea el experimento. A los que disfruten interpretando argumentos, situaciones e incluso silencios. A los seguidores del cine francés, a los que no hayan rajado del movimiento dogma y les siga gustando este estilo de narración y filmación y a todos aquellos que, en definitiva, no encajen en ningún lado. Aquí encajarán.
Me alegro de que Bruno y espero muchos más se animen a repetirla (¿por qué no repetir las películas y series, y en cambio sí escuchamos las mismas canciones en repetidas ocasiones? Un segundo pase da mucha más visión de los detalles que un filme esconde, y eso hay que disfrutarlo también.