Tony Gilroy es experto en tramas sobre espionaje. Buena muestra de ello es su mayor logro, la primera trilogía de Bourne. Algo así como el John le Carré del siglo 21, aunque menos refinado y más rudo.
El Rehén es su nuevo libreto llevado a la pantalla grande, con sus grandes aciertos y su infinidad de tramas sin cerrar, algo muy típico de este tipo de cine, pero no por ello necesario.
El film se pierde por planteamientos que transitan por callejones sin salida para después olvidar el camino sin mucha más explicación. Quizá una trama acompañada de más acción haría de ésta una película menos densa. Algo que salva magnificente el gran Jon Hamm, que transita por distintos estados de ánimo con su personaje, mientras intenta redimir sus errores en Beirut.
Brad Anderson deja atrás el cine de terror para intentar crear tensión a través de una trama política que pocos conocemos, pero lo cierto es que el director domina mejor la tensión cuando hay un misterio por medio como ya hizo en la genial Transsiberian.