Es curioso lo que nos ha pasado a todos con Assassin’s Creed, pues desde el estreno de su tráiler hace casi un año, de alguna manera sabíamos que no podía funcionar y sus imágenes estaban condenadas a ser el irregular film que en realidad es.
Cierto que Fassbender, Cotillard, Irons, Gutierrez y compañía están militando en las filas del film de Kurzel, pero su guión y la ejecución de este son tan de manual, que resulta por momentos hiriente el hecho de no haber dado más en una época en la que todo tipo de adaptaciones tanto literarias, televisivas o de videojuegos, son tratadas con sumo gusto y con sobrada calidad.
Las tramas y subtramas del videojuego son difíciles, así que antes de profundizar en ellas o en el motivo de los personajes de porque son como son, es mucho más fácil realizar una producción que aunque va sobrada de presupuesto, se centra únicamente en escenas de acción que quitan el hipo aunque hayan sido vistas cientos de veces.
Todo es un caos en Assassin’s Creed. Un film difícil de entender debido a esa falta de motivación en los personajes, que van y vienen convirtiéndose en malos y buenos sin razón aparente y dejando al espectador aún más confundido si cabe.
Claro que no todo es un despropósito. Siempre es reconfortante ver a Fassbender en pantalla. Su carisma es tan inmenso que hasta consigue salir ileso de esta mastodóntica apuesta, al igual que la fotografía del film, algo que Kurzel ya había dejado claro en Macbeth por su cariño y dedicación al tratar la imagen.
Pero si en algún momento pensaban convertir el film en saga, es posible que se quede en un mero intento. No merece segunda parte.