Camino de convertirse en un film de culto, esta semana se hacía justicia con la llegada del Bone Tomahawk a los cines. Un western extraño e incómodo que mezcla a partes iguales el propio cine de vaqueros con el de aventuras y el terror más visceral.
No es que cuente algo distinto: en un género como este todo está manido. Es la forma de contarlo lo que hace que el film pueda llegar por momentos a ser incómodo, pero también divertido, pues el sentido del humor está siempre latente en una atmósfera enfermiza que terminará en la desgracia más explícita.
Kurt Russell y Richard Jenkins forman una singular pareja de sheriffs que se embarcan en una aventura a través del árido desierto acompañados de un irreconocible y frío Matthew Fox para rescatar a la mujer de Patrick Wilson de una tribu de sanguinarios caníbales.
La llegada de estos tres a las tierras de los salvajes, desatará el infierno con una crudeza que no estamos acostumbrados a ver en el cine por mucho que hayamos entrenado a nuestro ojo para este tipo del films.
Russell se preparaba para su colaboración con Tarantino. Una gran película que para un limitado público que no se debe dejar pasar, porque, al final, es cine en estado puro.