No era de extrañar que Hotel Transilvania tuviera una segunda parte. Aunque enfocada al público más joven, aquella primera parte jugaba con referencias del cine de género y unos personajes entrañables dando forma a una historia de desapego familiar completamente reconocible.
Esta mezcla siempre ha dado frutos en Hollywood, quien tiene por costumbre descafeinar iconos del cine de terror para convertirlos en algo completamente distinto pero manteniendo la chispa original que los caracteriza.
Es el caso de Hotel Transilvania 2, en la que el bueno de Drácula tendrá que hacer todo tipo de esfuerzos por transmitir a su nieto una serie de valores que él considera incuestionables.
Este será el eje principal de una película que cuestiona el modo de vida occidental o el mestizaje entre parejas a una velocidad, eso si, tan vertiginosa como divertida en la que sobran, muy a mi pesar, las groseras bromas de un Adam Sandler que también firma el guión y que parece no escarmentar de sus constantes equivocaciones.
Naturalmente es el propio Drácula una vez más quien se lleva todos los honores de una historia que parece estar escrita para su propio lucimiento pues es su bondad y esas enormes ganas por querer mejorar lo que hace que su personaje sea tan entrañable como divertido.
Quién haya visto su primera parte reconocerá perfectamente el lenguaje y a todos estos monstruitos, pero no por ello el film pierde ni un ápice de originalidad.