Ganadora del pasado Festival de Sitges, 'La Invitación' ha llegado por fin a nuestras salas.
El último film de Karyn Kusama da una vuelta de tuerca a su acostumbrado cine para ofrecernos el retrato de una pareja rota que se reencuentra después de algunos años de la pérdida de su hijo en una obligada cena.
A partir de ahí, la tensión entre los invitados crece porque -como era de esperar- nada es lo que parece y la reunión tiene una macabra finalidad que terminará en un giro argumental devastador.
El problema es que la película es que es tramposa hasta el final y el espectador ha visto ya cientos de largometrajes con giros inesperados. O no tan imprevisibles, porque 'La Invitación' va dejando a su paso un rastro de inequívocas pistas de hacia donde se dirigen los personajes.
Es, con diferencia, el mejor trabajo de Kusama, pero es que sus anteriores obras nunca tuvieron lo que se dice demasiada calidad.
Aún jugando con el espectador a despistar con sus constantes trampas, el desenlace es tan torpe que las cartas jugadas terminan en un mero intento de crear una atmósfera tan opresiva como "Hitchcockiana", quédandose a medio camino y en tierra de nadie.
No es una mala película, para nada, pero que sea la ganadora de un festival como el de Sitges es un poco exagerado...