A mi ya no me engañas, Michael Moore. El que fuera el "Rey Midas" de los documentales ha perdido fuelle, gancho, rumbo y credibilidad a la hora de contar historias que tiren por tierra los cimientos de su gran nación.
Atrás quedan joyas como Roger & Me o The Big One, historias que hacían de su creador un personaje necesario para entender la historia actual de EEUU.
Nuestro amigo Moore tiene dos problemas muy marcados:
Habla del capitalismo siento un millonario americano y sobre todo, vio la gallina de los huevos de oro contando historias desde un punto de vista sensacionalista.
De esta manera, no le daba ningún reparo recrearse en el dolor y el llanto de una mujer que había perdido a su marido por culpa de la sanidad estadounidense en Sicko o cargar contra el gobierno de George W. Bush en Fahrenheit 9/11 en un acto desesperado por desenmascarar al cowboy, que con los años ha terminado siendo un ejercicio panfletero y una pataleta de niño pequeño más que una llamada a cambiar el rumbo en la urnas.
La misma opinión me merece Capitalismo: Una Historia de Amor, pues Moore construía un evidente melodrama en el que denunciaba el sistema capitalista de Wall Street mientras el llevaba a sus hijos a colegios privados y vivía en zonas residenciales.
Realmente me gustaría saber si duerme con un arma debajo de al almohada, pues con el pasar de los años, soy de los que piensan que aquel plano de Bowling for Columbine saliendo de la casa del Señor Heston mientras dejaba la foto de una de las victimas en su puerta, es pura manipulación.
Ahora nos trae otra de sus sátiras en la que vuelve a poner como ejemplo a Europa para encontrar alguna solución a los problemas internos de su país, pero no tiene en cuenta, o mejor dicho, no ha sido capaz de indagar en los propios problemas que Europa tiene. Algo muy habitual en su trabajo.
Aún así, Moore se ha hecho mayor. Poco queda de su ironía y el sentido del humor con el que dotaba sus estupendos montajes, porque es indiscutible su capacidad cinematográfica.
De lo que se trata aquí es de crear polémica, pero todos hemos crecido ya a base de hostias en la cara, y el discurso del Señor Moore es, por momentos tan ingenuo que resulta insultante y vergonzoso.