Ayer los cines Verdi reponían El Cielo Sobre Berlín, la obra de culto de Wim Wenders, en una copia remasterizada y preparada para la ocasión.
Nunca entenderemos el por qué Wenders quiso repetir el éxito cosechado con este film de 1987, pero intentó hacer su propio remake con ¡Tan Lejos, Tan Cerca! allá por el 1993 y la jugada le salió mal.
Si la primera entrega fue acusada de pretenciosa y sensiblera por el amiguete Boyero, la segunda fue condenada a arder en los infiernos sin ningún tipo de contemplación.
Por no hablar de aquel remake de 1998 que se llevó a cabo con Nicolas Cage y Meg Ryan… es curioso lo que este argumento ha podido dar de sí…
El film ha envejecido extrañamente. Lo que hace casi 30 años nos parecía poético, hoy es pesado y por momentos naïf, pero si repasamos con detenimiento la carrera de Wenders, ha sido siempre su constante.
Aún así, atrapan las imágenes de Berlín, cuya belleza es por momentos hipnótica hasta el punto de llegar a imaginarnos que una historia como esta podría solo pasar en una ciudad como esa. El amor de Wenders hacia la capital alemana es inconmensurable.
Si en lo argumental la película no tiene por donde sostenerse, es en sus planos cenitales, sus suaves movimientos de cámara que parecen acariciar la ciudad, donde el realizador despliega todo su saber hacer. Una pieza visual de incalculable valor.
Y la sonrisa de Bruno Ganz…