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Aprovechando el éxito que tuvo la algo pueril adaptación de El señor de los anillos al cine, a cargo de Peter Jackson, se reeditaron en rústica las cartas de J.R.R Tolkien.
Recomiendo la lectura porque son muy interesantes y además, pueden servir como guía de paciencia para escritores inéditos, cuando sepan que Tolkien acabó su obra maestra justo después de la Segunda Guerra Mundial, pero que la escasez de papel en el Reino Unido impidió que se publicara ¡ Hasta 1954!.
Una de las cartas más curiosas está dirigida a su hijo Christopher, fechada en la segunda mitad de los cincuenta, cuando Tolkien empezaba a ser un escritor famoso, además de profesor de Lengua y Literatura inglesa en Oxford. En ella le explica a su hijo que, en un té ofrecido por uno de los college de Oxford había conocido a una jovencita muy agradable, inteligente y simpática, además de notablemente guapa. Acompañaba al profesor de poesía Graves, que era un hombre simpático aunque “”un asno”.
Al parecer, le dice a su hijo, es una actriz norteamericana muy famosa, se llama Ava Gardner - y le pregunta si la conoce. Tolkien también le dice a su hijo que era evidente que ella no tenía ni idea de quién era él, cosa que parece encantarle.
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El profesor Graves era Robert Graves, autor de "Yo, Claudio" y un buen tropel de novelas históricas aunque, como Tolkien, se consideraba sobre todo poeta - y Cyril Connolly le hacía el favor de incluirlo en el canon georgiano. Si Tolkien había creado el mundo de la Tierra Media, Graves había creado el mito de La Diosa Blanca. La hostilidad de Tolkien bien podía venir porque no había dos visiones cosmológicas más antagónicas que las suyas. Tolkien y Graves no sólo habían coincidido en este té oxoniano: ambos habían combatido en la terrible batalla del Somme, donde el capitan Graves fue herido de tal gravedad que el Times lo incluyó en la lista de caídos en combate y vivió la asombrosa experiencia de estar oficialmente muerto durante 48 horas. En sus cartas, Tolkien no comenta demasiado de la batalla del Somme, excepto el asombro de ver saltar en pedazos árboles centenarios como si fueran briznas de hierba.
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Graves y Ava Gardner se entendían sin hablarse; decían sentir el uno por el otro un amor espiritual y platónico. Graves veía en Ava mucho más allá de su espléndida carne, y la llevó a este té para que todo un catedrático de Oxford apreciase la original inteligencia de “la agradable jovencita”.
En la carta de Tolkien se expresa el alivio que sienten dos personas cuando advierten que el uno no sabe nada del personaje del otro, y pueden dejar a un lado las máscaras y el fingimiento. Pueden ser ellas mismas sin temor a equivocarse.
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