El gin tonic se inventó en la India: fue la manera que encontró el ejército colonial británico para que sus hombres se tomaran la quinina, una substancia que protege de la malaria.
La poesía, como el gin tonic, también puede hacer más llevadera la amargura de los días, sobre todo de estos días nuestros, tan llenos de ruina y fracaso, el despertar brusco de un delirio de grandeza.
Se suceden las estaciones y los estados de ánimo, llegan mediodías ingrávidos de invierno y tardes lluviosas, mañanas de primavera y muchachas abrileñas, terrazas de agosto y las primeras manzanas del otoño, y la poesía, la refrescante amargura de la vida tomada con pausa, yace en los lugares más insospechados: en el fondo de los armarios, en una toalla tendida a secar, en una cama mil veces deshecha, entre las páginas de un libro abandonado bajo un árbol.
Como nos dice un verso de este poemario “la belleza existe, pero hay que salir a buscarla”.
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Además de en tiendas puedes adquirir el libro en librería website aquí: Comprar el libro "De la invención del gin tonic" – Jerónimo Fernández Duarte, Ed. 'Poesía eres tú'
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Gracias y un abrazo.