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Hacía años que quería leer algo de Cormac McCarthy, pero por una u otra cosa, las oportunidades iban pasando y yo seguía sin leerlo. Hasta que el otro día me topé con No es país para viejos y pensé " ahora sí que no te escapas". Me situé rápido, ya que el ambiente, la historia, pero también el estilo me recordaban a dos escritores queridos por mí: Jim Thompson y Barry Gifford. Y también me vino a la mente aquella película de Sam Peckimpah, Quiero la cabeza de Alfredo García.
La anécdota nos muestra a Llewelyn Moss, cazador y veterano de Vietnam, que está cazando antílopes cerca de casa y persiguiendo a un antílope herido se encuentra una carnicería de narcos en mitad del desierto, con coches cosidos a balazos, cadáveres hinchándose al sol y dos millones de dólares en un maletín, que él decide llevarse a casa. A partir de ese momento empieza una fuga sin objeto ni sentido, con dos perseguidores que son antítesis el uno del otro: el asesino a sueldo Anton Chigurh y el Sheriff Bell. El uno quiere matarlo para recuperar el dinero y el otro encontrarlo antes de que lo maten. A través de páginas de seca y descarnada violencia, los personajes van de motel en motel indistinguible uno del otro, se tirotean en ciudades donde nunca querrías estar y viven y mueren en un país que, en palabras del Sheriff Bell, siempre tuvo una violencia extraordinaria.
Moss es el tipo duro, ese personaje de la serie negra que está en un dudoso equilibrio con la ley. Es curioso pero se me hizo difícil empatizar con él. Chigurh es tan enigmático como repulsivo: un asesino implacable y despiadado, que sin embargo necesita explicarle a sus víctimas la teoría de que él no es más que un instrumento del destino, que la vida de ellos se acabó antes de que él entrase en escena. Es metódico, ascético y vive para su trabajo, para cumplir su objetivo. El Sheriff Bell es otro cantar. McCarthy decide darle voz y es su humanidad y su peculiar visión de lo que está pasando lo que marca el tono de la novela. Para Bell, está muy claro que se acercan los tiempos del Apocalipsis y Chigurh es o bien el Diablo o el ángel exterminador. El miedo a acabar enfrentándose con él lo lleva a la dimisión.
Hay cosas que cuando descubres que son reales podría ser muy bien que no estuvieras preparado en absoluto para enfrentarte con ellas.
Así, la frontera entre México y Texas sería en realidad el Infierno, pero ¿ No es el Infierno donde están centenares y miles de mujeres enterradas en el desierto? ¿ No es algo parecido al Infierno un lugar en donde detienen a un tío que se había cargado a 300 personas y hecho sopa con ellas disolviéndolas en ácido? Y eso no está en la novela de McCarthy, sino en los períodicos y los telediarios.
El estilo es seco, descarnado, como un buen puñetazo, sin la reiteración de otro apóstol de la violencia, James Ellroy: es como si cazaras un animal, lo despellejases, le arrancases los ojos y lo pusieras a secar al sol o en un ahumadero. Salvo la voz de Bell, angustiado porque esto sólo lo parará el segundo advenimiento de Cristo, el estilo es impasible y pasa sobre los vivos y sobre los muertos, como la nieve de Irlanda. Vidas que se acaban antes de que empiecen, coches que arden, ancianos atónitos - no es país para ellos.
Ha sido Harold Bloom quien ha asociado los nombres de Melville y Faulkner con McCarthy y supongo que es más desde un punto moral, de retrato del mal y la ausencia de Dios, que estilístico. Faulkner dijo o escribió que el Mal triunfa en cuanto se acepta que tiene una lógica y un propósito y Bell cree que si el Diablo quiere doblegar a la humanidad no tiene medio mejor que las drogas. Sé que Conrad y en especial El corazón de las tinieblas no le gustan a Bloom - a cada cuál sus manías- pero yo no pude evitar pensar en Conrad, en Lord Jim y la ya citada El corazón... al conocer el secreto de Bell y ver cómo nuestro peor enemigo está muchas veces en nuestro corazón, como la semilla de nuestra destrucción nos acompaña a menudo desde que nacemos.
Mucho más que un trhiller corriente, nos dice la contraportada. Sí, mucho más: un viaje al infierno, donde apenas el corazón del Sheriff Bell puede ser un refugio para nosotros, si no nos encuentra antes la bestia implacable conocida como Anton Chigurh.
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NO ES PAIS PARA VIEJOS de MCCARTHY, CORMAC