Para empezar, decir que El lector común es una selección de los artículos que Virginia Woolf escribió para el suplemento literario del Times y otras revistas por lo general antes de empezar con sus obras maestras. Cómo y por qué se han seleccionado estos artículos y no otros nadie nos lo explica, así que asumimos que son los mejores que ella escribió.
También llamamos la atención sobre el hecho de que muestran a la Virginia Woolf lectora y, como casi siempre, demuestran que un gran escritor suele empezar siendo un gran lector. En el artículo que da título al libro se alude a ese lector común al que ya aludía el Dr. Johnson y que ha llegado a Bloom y tal vez siga adelante: es el lector no contaminado de teorías, que lee por placer y no para estar a bien con su iglesia y su partido. Sospecho que ha sido siempre más frecuente en la anglosajonia que en otras latitudes, pero no puedo fundamentar mi sospecha con ninguna teoría o hipótesis, así que puede obviarse mi opinión.
Ligando el primer artículo con el último, ¿Cómo se debe leer un libro?, decir que es muy interesante lo que Woolf nos dice: que leer es más complejo que ver - y eso que ella no disponía ni de la tomografía, ni la resonancia magnética ni del emisor de positrones- y que se da en varias fases, que es un arte - o, lo que es lo mismo, un aprendizaje- y por lo tanto una responsabilidad pues sólo así el lector podrá influir en el autor - que autor y lector son coautores no sólo lo pensaba la Woolf; ahora estoy con Sándor Márai, tomándome un café de contrabando en un café en ruinas de la Budapest en ruínas de después de la guerra y me está diciendo lo mismo- y llevar ambos la literatura a buen puerto.
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Eso me hace preguntarme qué lee el lector común de hoy, y si no habrá olvidado que leer es más complejo que ver, y se limita a pasear los ojos por unas páginas que ni siquiera están escritas, tal y como se concebía estar escrito algo hace apenas un siglo. Sobre la complejidad de leer y la bondad de un libro ahí va una idea: creo que el buen libro es aquel que se sigue leyendo una vez se termina. Pero no he venido a hablar de mí, sino de Virginia.
Es emocionante que en "La narrativa moderna", nos diga que la novela debe intentar atrapar ese flujo de instantes, de cambios, de temblores, de luces que cambian de un momento a otro entre sus páginas más que intentar cortar un traje a medida de la moda gracias a las tijeras de argumento, personajes, descripción y diálogo; tal vez la chaqueta lograda con su sucesión de instantes sea extravagante y las mangas disparejas, pero estará mucho más viva. Esto lo escribía seis años antes de escribir La señora Dalloway y regalarnos tal fantástica chaqueta.
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Hay después diversos perfiles y semblanzas de escritores y escritoras y, aunque hable de Conrad, Defoe y Hardy, sobresale en los de Jane Austen, las hermanas Brontë, Mary Stonewall, George Sand y otras. Tal vez en su momento era toda una reivindicación pero hoy hasta tipos tan sospechosos para las feministas como Harold Bloom incluyen entre sus cien mentes geniales a Austen, las Brontë o Emily Dickinson - y a la misma Virginia. De todas ellas, no es el sexo o el género lo que nos agrede, sino su talento, Yo tengo a mis propias favoritas: a Austen, claro, a Catalina Albert, a Jean Rhys, a Mercé Rodoreda...La lectura feminista de Virginia Woolf es una lectura parcial, como la marxista, la estructuralista o la tontista. Pero por otro lado, aplaudo que Virginia sacara a colación a todas esas mujeres y a ella misma en la Inglaterra de los reyes Jorge, V y VI - tartamudo como Claudio y famoso gracias al cine.
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El tono de los artículos es sosegado, no tiene que ver con la solar ironía de Wilde ni con la perezosa desfachatez de Connolly; Virginia parece escribir en voz baja, tratando de no molestar a los que se han parado a escucharla y su humor es tan ténue como esos instantes que saltan uno hacia otro en todo momento. Como siempre es un placer pasar un rato con ella, a lo mejor en silencio, a lo mejor conversando educadamente del tiempo. Por si acaso, me compré enseguida Los años, para volver a visitarla dentro de poco.