Creo que fue Andy Warhol quien se refirió al magnífico resultado que a veces logra el objeto inapropiado en el sitio adecuado.
Encontré este libro en una tienda Natura, entre CD's de música tibetana, mandalas y marionetas fabricadas en la India, lo que me pareció una maravillosa ironía.
Más: me ha costado mucho llegar hasta el final de este libro, pues cada uno de sus párrafos me recordaba mi insignificancia, ya no solo como escritor, sino también como lector. Es como ser gordo: uno lo sabe, pero le jode que se lo digan.
Además, mientras lo leía, llegó por casa El ABC de la lectura, de Ezra Pound, otro al que hay que darle de comer aparte. Reconozco que estos dos, que se odiarían mutuamente -y tal vez lo hicieron- me intimidan. Connolly no, pero creo que se debe a que es gordo, calvo y perezoso como yo; al menos en eso estamos empatados y podríamos llegar a entendernos.
Bloom presenta su libro como un mosaico de cien mentes creativas y ejemplares. Todas pertenecen a escritores. Confieso una carencia importante para leer este libro: no tengo ni idea ni de cábala ni de gnosticismo, ejes sobre los que Bloom insiste en vertebrar su anatomía del genio...
¿Lo logra? Sí y no. El genio es inasible: parece que lo tienes, pero se te escapa de entre los dedos. Empezando por su definición. Bloom utiliza tres, incluyendo la de espíritu, alter ego o daimon. Yo siempre he tenido la intuición de que las obras maestras se escriben a pesar de sus autores. A pesar de sus creencias, posición social, género, rol sexual y etc, etc... Esto no quiere decir que se escriban solas, pero sí que las escribe una parte del artista que habita una región remota.
Como ya he dicho, Bloom da importancia a la religión -o a su visión de la religión- en la historia del genio literario, cosa que, como degenerado y descreído europeo, me cuesta vislumbrar.
Por cierto: en este volumen hace su peculiar paz con Jesús, a quien no incluye como genio literario, pero sí como espléndido personaje literario a la altura de Hamlet -lo que según los parámetros de Bloom, no está nada mal-. Como europeo de mi siglo, considero la religión un asunto privado, aunque me equivoque, y no me importa mayormente si Flannery O' Connor era de verdad católica o no, o si Withmann era un iniciado gnóstico. Pero a quien pueda interesarle, adelante, aquí se lo va a pasar de miedo.
Más interesante me ha parecido el libro en cuanto a reflexión sobre la lectura. Hay una frase maravillosa de Bloom sobre ella:
Los ángeles no necesitan leer, pues no padecen el dolor de la memoria y el tiempo".
- Según ello, solo la mujer y el hombre pueden leer, y sólo pueden existir lecturas parciales y erróneas, pues leemos -sobre todo- desde donde ignoramos.
Las obras de arte están hechas para ser leídas por Dios o por los ángeles, pero estos no las necesitan: por eso las leemos nosotros y no agotamos su significado; así existiría ese dios mortal que fue Shakespeare, cuya grandeza con respecto a Cervantes o Tolstoi no me ha explicado nunca Bloom de manera convincente. Es y punto.
El mismo Bloom es un lector parcial. Un ejemplo: la influencia -que él postula- de Withmann sobre algunos poetas de lo atlántico sublime, entre ellos Hart Crane, Pessoa y Lorca. También aparece Cernuda por ahí, pero tiene la honestidad de no mezclarlo con Withmann. No puedo opinar sobre la influencia de Withmann en Hart Crane. Punto.
Pessoa pudo leer a Withmann en el original, ya que se crió en Durban, Sudáfrica, y estuvo a punto de ingresar en Cambridge ganando un concurso de redacción en inglés - pero el puesto se lo dieron al segundo clasificado que sí era inglés, con lo que Inglaterra le regaló un maravilloso poeta a Portugal- y, por tanto, pudo ser influído por él.
Pero... ¿Lorca? ¿Hablaba y leía Lorca el inglés lo suficiente para que le influyera Withmann, o lo conoció a través de un mediador? Es una duda que tengo. Claro que Withmann es el poeta más influyente para Bloom: es su paisano. Connolly arrugaría el entrecejo ante semejante afirmación, pues según él la literatura estadounidense desembarcó a este lado del charco como gran influencia justo después del desembarco de Normandía. Claro que ambos pueden tener razón y estar equivocados.
Me gustaría ser más explicito pero es difícil ir aquí y allí en un libro de casi mil páginas y letra no precisamente pequeña. Acabo con una imagen sugerente: este mosaico me recuerda el retrato de Lincoln, de Dalí, que puede verse en Figueres: los pequeños retratos del genio de los escritores, a la conveniente distancia, dan un retrato del genio de Bloom, que no es guapo, pero qué listo que es el tío...
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