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Agustín Fernández Mallo es físico, como Angela Merckel, y ha tenido a bien tener como hobbie la literatura y no la política, como su colega alemana, fragelo de todos nosotros, europeos del sur perezosos y derrochadores, sólo buenos para escanciar sangría ¿ Qué a qué viene esto? Pues nada, es el método Fernández Mallo, en el que tanto da el Hagakure como el Rock de Luxe, el Marca que Guerra y Paz.
El Proyecto nocilla, que consta de tres novelas, ha sido motivo de polémica bien orquestada por la generación que ha tomado su nombre. No puedo hablar de todo el proyecto pues vivo en un pequeño pueblo costero en el que sólo se venden libros en una papelería y en unos almacenes de los de toda la vida, tengo que conformarme con lo que encuentro y el resto es silencio - siempre he querido escribir esta última frase. De la polémica me parece poco profunda y ruidosa, como casi todas las polémicas que asolan nuestro pobre país.
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Empiezo diciendo que Fernández Mallo tiene un indudable don para sugerir que van a pasar cosas aunque después no pase nada: nos mete en situación con apenas unas frases, en algo que a mí me parece de Gifford, al que he leído más que a Carver, aunque los dos pueden servir: con gran economía, su prosa logra que nos preguntemos qué vendrá ahora. Después se dedica a drefaudar - no por impericia, sino a propósito- todas nuestras expectativas, tal vez castigándonos por leer sin su permiso. No son tal vez las personas, caóticas e incomprensibles, las que parecen preocuparle, sino los espacios desiertos, que se cruzan, las fronteras, lindes, interfases, interfaces que se comunican y el tema del laberinto borgiano reinterpretado en tuberías, pasillos, intestinos - por cierto, se dice que el mismo concepto de laberinto fue inventado en Babilonia al observar los intestinos de los animales para la adivinación- y el horizonte o la ausencia de. Todo sugiere un mundo inhóspito habitado casualmente por humanos y poblado con sus pequeñeces.
Es el aparato y la aparatosidad de Fernández Mallo lo que ha generado el debate, sobre todo el de la novedad o no de su propuesta. Frente a los deslumbrados de primera hora que hablan de novedad están los resabiados que dicen "no, tonto, no: si ya está todo inventado" Más que de novedad estricta yo creo que el debate habría que centrarlo en la tradición o ausencia de ella que escoge Mallo, en el cambio de los referentes. Creo que la frase no es suya sino de un compañero de generación pero me parece perfecta para tratar de explicar lo que digo: "Aquí todavía hay escritores que luchan en la Guerra Civil y han aparecido otros que luchan en La Guerra de las Galaxias". Como ya dije al principio, todo vale para el tambor de la lavadora: desde Julio Cortázar o su fantasma hablando de Rayuela a Albert Einstein y su teoría de la relatividad a las películas de Francis Ford Coppola o las declaraciones de Beck sobre cómo compone sus canciones - que supongo que se parece a cómo escribe Fernández Mallo sus libros. Algo que lleva haciendo en cine Tarantino desde 1991, tanto da Vivre sa vie que Río Bravo o Kárate a muerte en Bangkog o Una pistola para Ringo.
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Como no he leído toda la trilogía, este juicio es parcial, sesgado y probablemente equivocado. Añádase a ello que soy un médico de una pequeña villa marinera con afición a la lectura - más un lector de kiosco que otra cosa- y con algún intrascendente escarceo en la escritura: lo de Fernández Mallo no es nuevo, pero no importa; no se pierde nada leyéndolo, se disfruta a ratos y en particular me gusta que se atreva a proponer algo que no sean detectives suecos y otros seres desagradables