Miércoles, 29 Junio 2016 12:39

Borges: El jardín de los espejos que se bifurcan

Escrito por  Publicado en Polaroids
Argentine writer Jorge Luis Borges.

Image via Wikipedia

Borges ha acabado siendo el otro Borges que él mismo escribiera: un personaje a medias mítico, un ciego cuyos ojos leen todos los libros y los infinitos, un fabricante de artefactos lingüísticos y filosóficos, un profeta, un aedo...

A veces se olvida que Borges fue joven, ultraísta, algo regordete, pelín guasón y que no era esa estupidez que se llama ahora políticamente correcto. Sospecho, pero no puedo fundamentar mi sospecha, que se trata un autor más citado que leído, al menos como merece la pena leerse: no para que los demás piensen que no somos tontos, sino por el puro placer de hacerlo.

 Me cansa que a menudo se insista en los accidentes o incidentes de su obra: los espejos, el tiempo, los laberintos; pasa un poco como con Hitchcock, las rubias, el color verde, el falso culpable. Borges seguiría siendo Borges sin todo eso; tal vez, uno de los prosistas más originales en castellano porque su ritmo y prosodia tienen poco que ver con la prosa en castellano. Tal vez se deba a que Georgie, de pequeñito, también leía y hablaba en inglés - siempre afirmó, pero a lo mejor era una vacilada, que El Quijote lo había leído primero en inglés- y algo de esa musicalidad más fluida se filtra en el castellano de Georgie. No es necesario saber inglés para apreciar esta música verbal y aliteración; puede alquilarse - no recomendaré yo cosas ilegales- My Own Private Idaho de Gus Van Sant y verla en versión original y asombrarse de cómo irrumpe la música de Shakespeare por entre el inglés del Seattle de Nirvana y Pearl Jam.

 

Es una idea. No se me ocurrió a mí sólo. Se la debo a una entrevista de Josep Pla en A fondo. Allí, el presentador le recuerda que ha escrito en castellano y Pla dice "no, por Dios. Galdós si escribía en castellano, con aquel gracejo, la frase larga, asentada, aquel ritmo. Yo sería incapaz". Y más adelante dice de Azorín "Un gran escritor castellano que escribía en catalán: La puerta es verde; La porta és verda. No hay ahí nada del gracejo de Galdós" - el ritmo y la prosodia, recordemos. De verdad que pensé en la prosa de Borges y lo poco que parece pertenecer a aquellas frases asentadas, solemnes, de gracejo; a una prosa que, lo lamento, me huele a armario cerrado, a habitación donde se posa el polvo. Todo lo contrario que la de estos dos monstruos, Borges y Pla, dos de los prosistas a los que más admiro y a quienes me gustaría parecerme. Por desgracia, para eso se necesita talento.

 

El adjetivo, tanto en Borges como en Pla, nunca es supérfluo: siempre es calificativo y, como no abusan de él, tiene una fuerza extraordinaria. Pla liaba docenas de cigarrillos mientras buscaba el adjetivo; ignoro lo que hacía Borges, pero aun si escribiera que una gota de sangre cayó sobre la blanca nieve, blanca no sería un epíteto, sino justo lo que faltaba en el texto para que estuviera vivo. Es fascinante ver lo plástico que es el dominio del adjetivo y cómo su justo uso puede cambiarlo todo.

 

De Borges me gusta todo: sus cuentos, sus poemas, sus prólogos, sus traducciones; sin embargo, no pertenezco a la secta de los borgianos, ni me presigno cuando lo nombran, y creo que se puede vivir perfectamente sin haberlo leído - aunque habiendo disfrutado menos. Soy tan hereje que lo mismo que Borges me gusta su némesis, Manuel Puig, que al parecer causó el asombro del mismísimo Borges por no deberle nada, por escaparse a su tiránica influencia. Una de las cosas que más le molestó fue que Puig utilizara estrofas de tangos de Gardel y LePera en su Boquitas pintadas. Quién iba a sospechar que un señor tan pacífico como Borges estuviera fascinado por las historias de compadritos, orilleros y por lo que llamó religión del cuchillo y el coraje. Aquellos guapos y malevos que mataban y morían en cualquier esquina de un arrabal eran para él como héroes de una saga islandesa o tripulantes de los barcos aqueos ¿ Cómo le iba a perdonar a Gardel y LePera la domesticación de todo aquello para el consumo de la masa, ese concepto que lo horrorizaba?

 

Hay una especie de coda lennoniana que también me encanta en Borges: María Kodama, la Yoko Ono de los borgianos ¿ Qué secreta imagen mental de las mujeres orientales anida en los cerebros de los fans de hombres occidentales brillantes para atribuírles todo tipo de ruindades? O el tipo era un actorazo o de verdad se le ve feliz junto a María Kodama, chistoso, como un jovencito. Hicieron traducciones a cuatro manos, como John y Yoko hicieron canciones, y ahora ella es la guardiana de su legado, como su homóloga lo es del de John. Imagínate las dos juntas en una cafetería, lo mucho que podrían hablar de sus difuntos.


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