Marlowe (Photo credit: Jack_Tempest)
CHANDLERIANA (I)
Ya habían florecido los jacarandás y podía verse nieve en las montañas por allá por San Bernardino. En las colinas de Hollywood no había nieve; sólo había polución y la habitual mezcla de ambición y lujo. El sol era demasiado cálido para febrero y en las tardes solitarias sólo me quedaba aquella hora tranquila de los bares, cuando se han marchado los oficinistas y los primeros y melancólicos borrachos aún no han llegado.
Estaba tratando de amaestrar una mosca cuando sonaron unos golpecitos en el vidrio esmerilado de la puerta, allá donde puede leerse " Philip Marlowe, detective privado".
No hice caso, pues sólo el viento o un fantasma cruzaría por sobre la moqueta color ratón del pasillo, donde se acumulaba el polvo formando silenciosas dunas para las pulgas y las hormigas; desiertos donde la huella del hombre se vería inalterada durante siglos, como dicen que pasa en la superficie de la luna. Pero los golpecitos sonaron de nuevo y alcé la vista de mi apasionante tarea.
Un par de siluetas se recortaban al otro lado del cristal esmerilado. Una parecía la de un hombre calvo de cierta estatura y hombros caídos, y la otra, a juzgar por el sombrerito que debió ser el último grito en la época del cine mudo y otros sutiles detalles, era la de una mujer.
- Adelante - dije, con mi voz de protector de mujeres y huerfanos- No está cerrado y mi secretaria ha salido.
- ¿ Es usted Philip Marlowe, el investigador privado? - dijo ella, que a pesar de su exquisito y anticuado mal gusto, era bonita bajo las gafas de maestra de escuela del Cinturón de la Biblia.
- Eso dice en la puerta. - lamenté haber dicho eso por la mirada que me dirigió. Me recordó la de miss Jenkins en la escuela elemental de Santa Rosa, y la regla que utilizaba.- Sí, soy Philip Marlowe ¿ Qué desea?
- Verá, tenemos un problema, señor Marlowe. Ralph - el hombre calvo se adelantó como un oso amaestrado- dame la fotografía de Lula Mae, por favor.
El hombre revolvió en un maletín hasta que encontró una fotografía de tamaño corriente, con los bordes dentados, y se la tendió a la maestra.
- Esta es Lula Mae Carson, nuestra hermana. - me alargó la foto.
- No me diga más, señorita...
- Carson, Mary Lou Carson.
- Señorita Carson, Mary Lou Carson; su hermana ha desaparecido aquí en Hollywood - eché un vistazo a la fotografía y creo que se me descolgó la mandíbula. Me estaban tomando el pelo. Quizá los había enviado Bernie Ohls o eran tan sólo producto de mi imaginación o de un wishky caducado- Un momento, señorita Carson ¿ Qué broma es esta?
- ¿ A qué broma se refiere, señor? - el señor me lo escupió.
- A que esto es una fotografía de Ava Gardner, la estrella de cine.
- No tengo ni idea de quién es Ava Gardner, pero esa es mi hermana Lula Mae en Virago, Alabama, un domingo por la tarde.
- ¿ Cómo no va a tener ni idea de quién es Ava Gardner?
- Ni Ralph ni yo vemos películas, señor Marlowe, el cine es un producto del diablo, pero Lula Mae sí que las veía. Prefería las películas a ir a misa.
- En cuestión de estética no me meto; ahora, si las películas las hace el Diablo, sepan que esto es Hollywood, el infierno, y que su hermana es una de las diablesas principales, por así decirlo. Si pasean por Sunset seguro que ven retratos suyos... por Dios, vayan al cine, a cualquier cine, y verán a su hermana.
- No meta a Dios en esto, señor Marlowe.
De repente me entró sed. Abrí el primer cajón del escritorio y saqué el wishky especial contra alucinaciones. Su nariz se arrugó como si hubiera abierto un cajón donde alguien se hubiera olvidado un huevo podrido.
- ¿ No irá a echar un trago de eso, verdad?.
- Oh, no, señorita: lo tengo aquí sólo por si me corto.
El hombre lanzó un apagado ja, pero una sola mirada de la señorita Mary Lou Carson bastó para que volviera a su estado mineral.
- Vayamos al grano, señor Marlowe. Háblenos de sus honorarios.
- Mis honorarios... hum, verá: ése es un tema de conversación que me encanta. Ahí va: cincuenta dólares al día más gastos, principalmente alcohol, gasolina y tabaco.
- Mientras trabaje para mí nada de alcohol y tabaco...
- Ya, y supongo que los automóviles serán también un invento del Diablo, pero le aseguro que Los Ángeles es demasiado grande para recorrerlo a pie, y las calesas ya no se llevan, después de la última guerra. Si trabajo para usted, haré las cosas a mi modo o no las haré ¿ Está claro?.
- Tiene usted unos modales detestables.
- Pero un hoyuelo irresistible en la barbilla ¿ Eh que sí?.
Estuvo a punto de dar media vuelta y marcharse, pero el hombre la retuvo con suavidad, tomándola por el codo.
- Vamos, vamos, Mary Lou; nos dijeron que era el único que podía ayudarnos, y los que se anunciaban en el periódico cobraban mucho más.
- Lo sé, Ralph - dijo ella lloriqueando, de verdad bonita aun vestida de espantajo como estaba y aun animada por aquel rigor antinatural. Una vez vi una monja que estaba mirando escaparates de hábitos religiosos en San Luís Obispo, y en sus ojos había el brillo que tienen todas en los ojos cuando están ante algo que desean. Me preguntaba qué podía desear la señorita Carson y empecé a imaginar que me levantaba de la silla y la rodeaba entre mis brazos, le arrancaba el sombrero y los lentes de un manotazo y... la soledad estaba volviéndome loco- Lo sé, Ralph - seguía diciendo- pero estoy tan, tan cansada.
- Lo sé, querida. Lo sé. Señor Marlowe, le ruego que acepte el caso. Estamos en este hotel. Llámenos en cuanto sepa algo.
Le eché un vistazo a la nota que me alargó y me sorprendió un poco que estuvieran en un buen hotel, casi un hotel de lujo; creía que estos hijos del Señor dormían sobre tablas y se alimentaban de florecillas que recogían por las calles. Decidí aceptar el caso. Iban a ser los cincuenta dólares más fáciles de mi vida. Y qué diablos; me comía la curiosidad y también era, con toda probabilidad, la única oportunidad que iba a tener de ver a Ava Gardner de carne y hueso en toda mi vida.
to be continued...
En cuanto a los detalles del nokia, carolina herrera, etc... serían discrónicos; por otro lado, un exceso de detalle en los ladrillos puede impedir ver la pared.
De todas formas, mezclarme con Joyce, Navokob, Chejov, Tolstoi y Dickens es halagador: no merezco aparecer en la misma frase que ellos. Saludos.
PD: voy a ver si hay más comentarios en los siguientes capítulos.