Teatro BCN Críticas en CEC: "La curva", Nau Ivanow.
Los 60 minutos de esta obra clásica consiguen introducirnos de forma satisfactoria en el onírico mundo del absurdo. Una introducción paulatina nos lleva mediante un ritmo creciente hacia una dinámica rápida que nos permite centrarnos en el mundo imaginario al que nos pretende llevar. En ese sentido, la escenografía de Eduardo Moreno, muy austera, permite al espectador dejarse llevar por su imaginación a esa curva absurda, al tiempo que da a los actores la posibilidad de jugar con los objetos dotando a la obra de un ritmo y un dinamismo imprescindibles.
El mundo de Antón y Jonás es un escenario idílico para esta trama. La desconexión con los dogmas sociales, con la sociedad capitalista e incluso se entrevén una construcción diferente de los vínculos afectivos, y por ende, de su moral. Este punto de partida, combinado con el ritmo alto de la obra y con el uso de la imaginación para rellenar los huecos debidamente dejados en blanco, permite al espectador que lo desee vislumbrar conceptos tan actuales y atemporales como el vacío existencial, los dogmas y relaciones sociales, la locura, el ego, la felicidad...
También se hace extraño cómo en una obra en la que no hay ninguna relación ni mención al amor convencional de la pareja permite leer entre líneas la esencia del amor fraternal, que aún rodeado de la locura, permite a los que lo viven coexistir mediante una complementariedad que no queda tan lejos de la realidad del cariño verdadero en qué los roles establecidos, más allá de su primera interpretación, permiten a los protagonistas encontrar su forma de sobrevivir más allá de su propio vacío existencial.
El texto de Tankred Dorst no llega a profundizar en ninguno de los elementos sociales y emocionales mencionados anteriormente. En este caso se limita a vislumbrarlos sacrificando así profundidad en la crítica y análisis de los mismos en pro de un ritmo dinámico que mantenga al espectador en ese mundo onírico creado alrededor de La Curva.
Sin duda habrá muchos espectadores que disfruten de la obra únicamente por su humor negro o por la locura explícita intrínseca a la obra, pero recomiendo a aquellos que lo deseen que utilicen estos 60 minutos evadidos de nuestra realidad convencional para permitir que dejen poso el vacío existencial que se plasma en los personajes y de los que emanan sus relaciones y su personalidad, pues la realidad de muchos, en última instancia se centra en llenar, aunque sea momentáneamente, ese vacío, de la misma forma que Antón y Jonás intentan llenar el suyo...
También cabe destacar la intensa actuación de Joan Carles Suau (Antón), pues su intensidad maneja el dinamismo necesario de la obra. En un papel exigente y desafiante, lo llena de energía y extraña cercanía emocional a pesar de interpretar al borde de la sobreactuación, aunque en gran parte por exigencia del papel. También destacan las tablas de Mario Tardón (Jonás) y Javier Almeda (Director General), con papeles menos vistosos, pero igualmente significativos. Puntualizar sobre la actuación que la rebosante energía de Antón y en menor medida de Jonás se compensa con una figura mucho más burgués y serena como la del Director General. Si alguna cosa le falta a la actuación es una mayor coordinación entre los actores, especialmente en los momentos de alta intensidad energética, así como la gestión del espacio y los silencios, ya que la propia austeridad de la escenografía les dan pocos recursos para esos momentos.
El montaje austero da pocos elementos de dirección técnica, pues tanto la iluminación, como la música, así como la escenografía se mantienen siempre en un segundo plano deliberadamente. El uso del único elemento escénico, las ruedas, genera en ocasiones la sensación de poca fluidez, pues se destacan en ocasiones los movimientos marcados en pro del uso escénico y/o del lugar de destino. En cuanto a la dirección de actores, se destaca el ritmo y el dinamismo conseguido a favor de lo mencionado anteriormente, aunque el propio texto lleva a los actores al borde de la sobreactuación, aunque en ningún caso se traspasa fuera de los límites razonables.
La obra parte de ciertos estereotipos clásicos. Una situación del ying y el yang, los hermanos, que se complementan, se aman y se odian, aunque sobretodo se necesitan, cuya vida se ve afectada por la irrupción de un agente externo. A pesar de ello, no es una obra apta para espectadores convencionales, la falta de línea argumental o dramática clara, junto con la positiva internada en el mundo del absurdo así como la falta de racionalidad o moralidad normativas nos dejan un espectáculo, que a pesar de sus limitaciones, obliga al espectador a experimentar la obra con la mente abierta y la imaginación activada.
Entrada: 12€ /Amics de la Nau 10€
Venta de entradas: Telentrada y 1h antes en taquilla