Love Life es una serie de antología con un personaje principal protagonizado por Anna Kendrick, a la que ya vimos en la muy interesante serie de Quibi "Dummy".
En este caso, acompañaremos a Darby Carter (Kendrick) en sus aventuras amorosas, desde la primera de todas. Nos remontaremos a lo inicios de su carrera afectuosa, sin poder ignorar sus relaciones familiares: serán, como les ocurre a demasiadas personas, determinante en su manera de encarar y establecer cualquier tipo de nexo con el sexo opuesto. Primera gran base falsa.
Darby es una versión moderna de la mujer clásica. No concibe mantener relaciones sexuales fuera de una relación emocional: es por ello que los tíos que se lleva a la cama acaban formando parte de su vida aunque se vea desde un primer momento que ese camino es la "crónica de una muerte anunciada".
Darby se embarca SOLA en una relación de dos, dando por supuesto que hay relación si hay sexo. Claramente, los hombres con los que comparte un momento de lujuria se acaban apuntando al formato pareja de Darby porque "ya les va bien". A la larga, las bisagras chirrían por haber ensamblado 2 piezas de tableros diferentes.
Sus amigas Mallory (Sasha Compere, "Miracle workers") y Sara (Zoë Chao) leerán las relaciones de Darby desde fuera, igual que lo hará el espectador -echándose las manos a la cabeza y viendo tan obviamente la situación sin autoengaños-. Los tíos con los que la protagonista entabla relación son unos chupópteros que nada le aportan.
Crítica de la serie LOVE LIFE (HBO Max, HBO España)
Augie Jeong (Jin Ha) es el primero en aceptar el contrato tácito de relación por sexo. Es cómodo. Al cabo de un tiempo, acaba cayendo. Su ex-jefe Bradley (Scoot McNairy) es el segundo en aprovechar la oportunidad. Hasta que llega Daniel, un parásito emocional que se ve a la legua.
Augie no tiene nada que perder y consigue cómodamente satisfacer sus primitivas necesidades al estar en una "relación". No tiene nada en común con Darby, no hablan y no comparten más que el vacío del silencio. Cuando le ofrecen una plaza como redactor en Washington, lo único que hace es comunicárselo habiendo ya tomado una decisión unilateral. ¿Dónde está el equipo? Y nos diréis que Augie es libre de hacer lo que quiera con su vida. Y nosotros responderemos que por supuesto, pero entonces a las cosas hay que llamarlas por su nombre.
Augie nunca ha sido pareja real, sino imaginaria. Las decepciones de Darby llegan cuando sus expectativas, o su manera de entender lo que significa ser pareja, no se ven colmadas. Ella vive en una realidad, Augie vive en otra. La convergencia es IMPOSIBLE si quiere algo real: sólo es posible en lo imaginario, ese cáncer... Partiendo de esta base, todo lo que se construya acabará desmoronándose porque se fundamenta en una segunda BASE FALSA (ver diccionario de la terminología CEC)
Bradley acaba de pasar por un divorcio y necesita una "chica puente", una muleta sentimental que le ayude a rellenar el vacío que su ex-mujer y pareja Kate (Maureen Sebastian) ocupó durante 11 años. A pesar de ser el ex-jefe de Darby y conocerse desde hace mucho tiempo, nada tienen que ver el uno con el otro. El problema fundamental es pensar que no es un desconocido. Además Darby se deja seducir -y Bradley lo sabe- por una apariencia. Sólo volver a verla ya le comunica que ha conseguido ser un exitoso artista, la casa en la que vive es testimonio de ello. Un cantamañanas de primera calidad. Darby no lo ve porque vuelve a estar colonizada por un autoengaño del cual es culpable ella misma. Autosabotaje.
El tercer personaje masculino que hace irrupción es Daniel (Gus Halper), pero esta vez Darby responde reactivamente. Incurre en el error de tratar con desprecio, utilizar y mentir igual que a ella la han despreciado, utilizado y mentido. ¿Es esto el feminismo? ¿Pagar con la misma moneda los años de desprecio? Porque si esto el feminismo que nos venden, mal vamos.
Estamos ya cansados de repetir que feminismo no es cometer los mismos errores que los hombres, sino liberarse por completo. Y esa liberación implica la más importante de todas, que es la emocional. No sentirnos obligados a responder ni a reaccionar de la misma manera con la que hemos sido tratados. El hacerlo es incubar el virus del odio, la ira que nos llevará a ser tan injustos como los que nos han tratado con injusticia.
¿Qué hay que hacer? Sencilla, y a la vez muy difícilmente, evitar sentirnos tocados u ofendidos por los actos o palabras de los demás. Si el mundo es injusto o lo ha sido, pues aceptar que el mundo en general actúa así, y que la única manera de revertir la situación es saliendo del sistema de injusticias. Liberación mental, emocional del yugo del rol que nos ha sido repartido. Esa es la única respuesta válida que conllevará, a la larga, un cambio en el sistema. Una guerra perdida de antemano, pues las pasiones humanas siempre terminan por ganar la partida a la reflexión. Y el proceso de autocrítica, aprendizaje y clarividencia quedan suspendidos de la nada. Aceptarlo es, en parte, empezar a revertir la situación. Actuar en base a nuestros principios es comenzar a construir un nuevo mundo acorde a nosotros mismos y a lo que en realidad necesitamos.
Recordar que el que deambula por el mundo NECESITANDO, nunca podrá darnos nada que nos enriquezca. La propia necesidad actuará hambrientamente, y acabaremos presos de nuestras carencias. La inconsciencia, igual que la ceguera, nos lleva al autoengaño que provoca un alejamiento de la mirada, una patada adelante y, como las mulas, cargar con el peso que la vida va arrojando a nuestra mochila existencial. Todo lo que nos hacen y hacemos, lo que sentimos, lo que pensamos, acaba pasando factura.
Veremos cómo sigue la historia de Derby, pero si quiere que algo le funcione en la vida, tendrá que romper con un patrón de relación con los demás y consigo misma. Tendrá que dejar de depender y actuar del modo que siempre lo ha hecho, desarrollar un sistema propio, reaprender y educarse emocionalmente.