El asesinato es un arte, y como tal, el privilegio de cometerlo debería reservase a unos pocos individuos realmente superiores.
(La Soga. Alfred Hitchcock, 1948)
¿Qué tienen en común La Soga, Compulsión, Funny Games o Swoon?
Detrás de todas estas películas hay una historia real, la de Nathan Leopold y Richard Loeb. Dos jóvenes de familias adineradas del Chicago de los años 20. Para Richard el crimen no era más que un ejercicio intelectual. En su obsesión arrastró a Nathan, dispuesto a seguir a su amigo hasta el mismísimo infierno.
El 21 de mayo de 1924 alquilaron un lujoso coche. Convencieron a un chico de 14 años, Bobby Franks para subir a el y conducirle a un fatídico destino. Primero le golpearon con un escoplo y a continuación le introdujeron trapos en la garganta. No tardó en morir. Le rociaron con ácido la cara y los genitales para dificultar su identificación. Luego dejaron su cadáver en el cauce del lago Wolf. Ellos creyeron cometer el crimen perfecto, pero no fue así.
Ahora, la verdadera historia de Leopold y Loeb plasmada en estas y otras películas llega al teatro. Excítame: el crimen de Leopold y Loeb se podrá ver desde el 11 de septiembre en el Teatro Fernán Gómez de Madrid.