¿Sabéis aquello que suele decirse a veces de “es el hijo que querrían todas las madres” o “es el yerno que querrían todas las suegras”? Pues Larry David es exactamente lo contrario. O al menos eso es lo que quiere hacernos creer en Curb Your Enthusiasm, su creación “post-Seinfeld” (de la cual fue cocreador y guionista). Su nueva serie está centrada en él mismo, un productor y guionista de Nueva York que vive semi retirado gracias a los millones ganados después del brutal éxito de Seinfeld, y en los hechos que le ocurren en su vida diaria. En este aspecto comparte en buena medida la temática de su creación anterior, ya que ambas tratan sobre situaciones cotidianas y la manera que tienen sus protagonistas de afrontarlas. Si alguna diferencia hay es que Seinfeld era bastante más políticamente correcta. En eso, sin duda, también influye el hecho de que la serie se emita por la cadena HBO, que siempre arriesga y emite material que otras ni tan sólo se plantearían. Larry David dispone ahora de un espacio para explorar todas las oportunidades que no pudo con Seinfeld. Y lo hace... ¡vaya si lo hace!
De todas formas, y en honor a la verdad, también debemos decir que en la serie se exagera el mal carácter de Larry David, que en realidad no es tan maleducado ni tan poco sociable como el personaje que interpreta. Él mismo ha comentado que el Larry de la ficción es lo que sería el Larry real si no tuviese ningún tipo de complejo social ni sensibilidad (y luego suele añadir que muchas veces le gustaría ser como él). Es un tipo más bien poco recomendable: egoísta, neurótico, desconfiado, misántropo y sobretodo, sobretodo, incapaz de tolerar convencionalismos (igual que Jodorowsky) e imposiciones. David vive en una lucha perpetua contra la hipocresía humana. No soporta lo que todo el mundo da por sentado, es un rebelde que lucha contra las convenciones sociales y su vida cotidiana se convierte a menudo en una serie continuada de pequeñas batallas contra estos clichés preestablecidos que todo el mundo parece aceptar sin discutir.
¿Por qué algunas cosas son como son y nadie se pregunta por qué son así? ¿Por qué todo el mundo parece aceptar una serie de cosas sin plantearse el por qué? Si Larry va a una fiesta de cumpleaños y no le apetece cantar el “cumpleaños feliz”, pues no lo hará aunque sea el único que no lo haga. Si va a casa de un amigo y éste quiere enseñarle las obras que ha hecho en el piso, es muy probable que le diga que no quiere verlas:Larry: Bonita casa.
Susie: Sí, entra que te la enseñaré.
Larry: No, es igual.
Susie: No, entra.
Larry: No, es igual. Ya la veo.
Susie: ¿Ya la ves?
Larry: Sí, es una casa. Es nueva. Ya la veo. Es bonita.
Susie: ¿Ya la ves? Muy bien, ¿sabes qué? ¡Lárgate de mi casa, Larry!
¿Y por qué diablos en el restaurante se supone que debes esperarte a que todo el mundo esté servido para poder empezar a comer, aunque te estés muriendo de hambre?
La estructura de los episodios suele seguir un patrón bastante definido: se nos presentan 2 ó 3 situaciones que al principio parecen insignificantes, pero que acaban relacionándose, complicándose y volviéndose en contra de Larry a medida que nos acercamos al final. Aunque la mayoría de las situaciones cómicas vienen dadas por las peculiares “habilidades” sociales de Larry, también debe decirse que muchas veces se ve metido en situaciones incómodas debido a la casualidad o a la mala suerte. Incluso a veces sus intenciones son buenas, pero acaba siendo una víctima de las circunstancias o de las convenciones sociales que él tanto menosprecia. Eso sí, todo termina ligado con una naturalidad tan extraordinaria que incluso parece que escribir un episodio de esta serie sea fácil. Y éste, precisamente, es el principal indicador de que es muy difícil. ¿Verdad que parece fácil el fútbol cuando vemos jugar a Messi? Pues por aquí va la cosa.
Otra característica destacable de esta serie es que es básicamente improvisada. Los actores reciben un esbozo del guión donde se describen las situaciones, y a partir de aquí se crean los diálogos en los ensayos. Ello provoca que muchas escenas deban repetirse 7 u 8 veces, una cifra inaudita en el rodaje de una serie de TV. Un caso muy ilustrativo es el de Cheryl Hines, ya que siempre que Larry (su marido en la ficción) le explica su última peripecia, ella (la actriz) no tiene ni la más mínima idea de lo que va a explicarle, o sea que se encuentra tan a oscuras como su personaje. Sólo así se explican las caras que pone, ya que está sorprendida de verdad. A partir de aquí todo queda en manos de su extraordinaria capacidad de improvisación, que evidentemente debió ser uno de los motivos principales por los cuales la contrataron.
Igual que pasa con The Office, el humor de Curb Your Enthusiasm también tiene un punto de incomodidad añadido. ¿Por qué? Pues porque en más de una ocasión y en más de dos no podremos evitar pensar “yo pienso lo mismo”, o “yo hubiera hecho lo mismo”, o para ser más precisos, “ojala yo me atreviera a hacer lo mismo”. Pero cuidado, que inmediatamente después también puede ser que pensemos “¡pero qué cabronazo está hecho este hombre!”, y le cojamos una manía terrible. Nuestros sentimientos hacia este personaje irán de un lado a otro a lo largo de cada episodio. Tampoco podremos evitar sentir frustración e impotencia porque seremos testigos de la estupidez que invade el planeta, y de la cual somos víctimas todos, no sólo Larry. Es por ello que muchas veces desearíamos hacer como él, decir lo que dice o actuar como actúa, pero nuestra educación o el miedo a las consecuencias nos lo impiden. Por eso esta serie de alguna manera es liberadora, nos permite hacer las paces con un mundo que muchas veces cuesta entender y aceptar. Y es que después de todo más vale tomarse las cosas con humor, ¿no?
Un abrazo, Dr.