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Esta noche a las 22 horas se emite en la 2 el segundo filme de la colaboración, hoy terminada, entre el genial director de cine Alejandro González Iñárritu y uno de los más grandes guionistas de nuestros tiempos: Guillermo Arriaga. Una obra maestra absoluta llamada "21 gramos" y que casi todo buen aficionado al cine ya ha visto. Sean Penn y Naomi Watts son los protagonistas de una película que nos cuenta, de forma magistral, diversas historias de las que vamos viendo fotogramas sin orden cronológico y que, llegados a un punto concreto de la película, se cruzan y unen de forma mágica. Este es el sello idenfitifactivo de la unión entre estos dos genios, que nos dió tres de las más grandes películas de esta última década: "Amores Perros", "21 gramos" y "Babel".
La estructura de "21 gramos" es muy complicada, sobretodo para ellos. El objetivo era que cada una de las escenas que estamos viendo, no tuviera nada que ver con la anterior. Así, como espectadores, asistimos a un puzzle de escenas de diversos personajes que en los compases iniciales parecen no tener nada que ver. Aún así, todas tienen intensidad, y el producto siempre tuvo nuestra confianza, desde el primer minuto de metraje, pues veníamos de ver su anterior filme, "Amores Perros", que nos venció y convenció.
En la primera media hora de metraje, asistimos pues al visionado de una colección de piezas aisladas que finalmente forman un rompecabezas donde hay, a través de una deconstrucción de la historia, una construcción emocional hecha de piezas totalmente incongruentes la una con la otra.
Si la estructura a nivel cinematográfico es difícil, el tema central del filme es duro: la pérdida de los hijos, algo de lo que Iñárritu, desgraciadamente, sabe. La película está dedicada a su desaparecido hijo Luciano, convirtiéndose en un tema personal. Sabiendo esto, y que estamos en un tema muy melodramático y que puede irse a un lado muy manipulador y chantajista, más cuando el director está subjetivizado, podíamos preveer lo peor. No fue así: Iñárritu siempre convence, y jamás sentimos que nos vende, que nos manipula.
A esto agreguémosle que es la primera película que Iñárritu dirige en yanquilandia, exiliado del cine mejicano y de su país, en un idioma que no es el suyo, con un presupuesto más grande, y con el ego subido por las críticas y los premios recibidos. Todo estaba a punto para que fallase, y sin embargo, la película es excelente, siendo lo único discutible su final, que tampoco es tan importante para que el espectador disfrute y con el que yo no me siento defraudado.
Lo importante en esta película es todas aquellas preguntas que nos crea en nuestra cabeza. Todos los fuertes dilemas morales en los que nos sumerge y el peso existencial en el que nos sumerge. El hecho de enfrentarnos a nuestros más grandes miedos, a la pérdida, a los problemas de salud importantes, a nuestras creencias y la integridad de las mismas, a nuestros sentimientos, experiencias sentimentales pasadas y presentes, a la vida en sí misma, en todo su esplendor y en toda su tragedia. Aquellos que la han visto ya saben que es una película que no solo engancha, sino que conmueve, para bien y para mal, que nos sitúa en el ojo del huracán de la vida, y que a pesar de ser una auténtica tragedia, deja lugar a la esperanza y, sobretodo, espolea a aprender y a seguir viviendo, al perdón, a la redención, al derecho de sentir y a todos aquellos temas que realmente nos importan y que el buen cine debería siempre retratar y explorar como es el caso de esta auténtica maravilla, una de las mejores películas que he visto en mi vida.
LA MAGIA DEL CINE DE IÑARRITU Y ARRIAGA
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Alejandro González Iñarritu empezó a contar historias en la radio. La gente escuchaba su programa no por las canciones, sino por las historias, provocativas y espirituales, que se contaban entre ellas. Ahí fue donde empezó a aprender cómo mantener a la audiencia enganchada durante 3 horas y entretenerla. Lo único que le molestaba en esa época era hacer publicidad.
Iñárritu no cree en las escuelas de cine, sino en que el cine está en la vida. Desarrolló el guión de su ópera prima, la grandiosa y sorprendente "Amores Perros" porque estaba harto de hacer publicidad, no le gustaba, pues él no quería vender, sino contar. Esta es una línea importante de su aún pequeña filmografía: siempre tenemos la sensación divina de que este cineasta no nos quiere vender nada, sino que nos quiere contar, a diferencia de otros realizadores, como por ejemplo Amenábar, que sería para mí el máximo representante de estos directores que a la vez que me quieren contar historias, me quieran vender algo que yo, como espectador, no deseo comprar.
Guillermo Arriaga, su compañero de creaciones por aquel entonces, y guionista de sus 3 películas hasta el momento (estamos a la espera del estreno de su nuevo filme "Biutiful", ya sin guión de Arriaga, estaba desarrollando el guión "Perro Negro, perro blanco", que interesó a Iñarritu. Lo más difícil de estos geniales guiones de Arriaga siempre es la credibilidad de los personajes (conseguida finalmente) y que las diferentes historias de diversos personajes sin nexo aparente, coincidan finalmente en un punto de espacio y tiempo. A la vez, esta dificultad, una vez vistos los resultados, no sólo son creíbles, sino admirables.
La cámara de Iñárritu siempre está sujeta a 3 preguntas que siempre se hace el director:
1-. ¿De qué trata esta escena?
2-. ¿Desde qué punto de vista está contada esta escena?
3-. ¿Cómo la cámara puede ayudar a sentir a la audiencia eso que quiere decir?
Iñárritu, a diferencia de otros realizadores, filma para que acabemos creyendo que nadie está manipulando la cámara, para que tengamos la sensación de que lo que vemos, es real, está pasando. Y lo consigue.
Si uno ve como espectador la primera escena de "Amores Perros", dentro de un coche, con los dos personajes gritando, con el perro sangrando, lo primero que se pregunta es cómo van a hacer para sostener ese vértigo durante 2 horas de metraje. De alguna manera, y aunque las posteriores escenas puedan ser más sosegadas, lo consiguen, es pura magia.
Otro punto importante es la magnífica dirección de actores: Iñárritu se dedicó a la actuación durante un tiempo, y sabe que una palabra equivocada puede ser fatal. Aún así, es un director que da margen a la improvisación y que cree en su elenco. Seguramente por ello ha trabajado con actores como Gael García Bernal, Naomi Watts, Sean Penn o ahora con Javier Bardem, todos ellos grandes intérpretes, y seguramente por esta misma razón ha dado oportunidad a actores más desconocidos o dudosos para el gran público, como Goya Toledo o Vanessa Bauche. Los rodajes son intensos, trabajados y arriesgados, y suponen una experiencia única para un actor. Quien haya visto "Amores Perros", puede suponer la dificultad e intensidad de las escenas de peleas de perros, aunque ninguno quedó dañado, esa es la magia del cine, y a pesar de toda la sangre y el realismo violento obtenido, es público que ningún animal sufrió, como algunos espectadores ecologistas pensaron, puesto que los perros llevaban bozales invisibles, además de otros trucos básicos del cine que se utilizaron para ello.
El choque de coches en "Amores Perros" se hizo a tiempo real, en un único día en el que se les había prestado la calle, con 9 cámaras escondidas, y debido a que no había presupuesto para más, todo tenía que salir perfecto en una sola toma. Esa es la escena que hace que las 3 historias que se nos relatan de forma independiente tengan un nexo en común, así que es la escena más importante de la película, puesto que es ahí donde el espectador une todos los cabos que van algo sueltos, y siente la magia del cine de Iñárritu y Arriaga.
La música de "21 gramos" fue escrita antes de que la película se filmara. Alejandro filmó alguna de las escenas silenciosas de la agonía de Sean Penn con música de Santolalla sonando. Así, pues, la música no es solo utilizada para la película en sí, sino para el rodaje de la misma, aunque el espectador no pueda luego escucharla. Esto nos revela que la música es importantísima en su cine, es un recurso importante, agrega a sus películas un cine interno. Gustavo Santolalla es su colaborador habitual en este apartado, y se entiende a las mil maravillas con él. Es un extra más que el celuloide capta y otro punto clave de que el film trascienda en el imaginario de la gente. Un recurso narrativo y un elemento más que da al envoltorio final esa magia de la que hemos intentado hablar, a grandes rasgos. Si no han visto alguna de sus películas, háganlo ya.