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Mito y figura del virtuoso pianista francés de jazz que rehusó ser minusválido. Un estudio de la diferencia, personificada en su pequeño cuerpo. Cómo el enanismo forjó a un meteoro de genialidad, vitalidad y sed de vida, aunque no exento de soberbia.
Mito y figura del virtuoso pianista francés de jazz que rehusó ser minusválido. Michel Petrucciani, como el Elijah de aquella película de M. Night Shyamalan, nació con todos los huesos rotos; pero en lugar de obsesionarse con superhéroes, el precoz artista aquejado de osteogénesis imperfecta y enanismo se abalanzó sobre el piano. Su vida, analizada minuciosamente en este certero estudio, se convierte en una celebración de la diferencia, personificada en su pequeño cuerpo. He aquí cómo una grave minusvalía forjó a un meteoro de genialidad, vitalidad y sed (¡lujuria!) de vida.
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En la voz de todos aquellos que le conocieron en vida, especialmente de sus tres ex-mujeres (“era maravilloso en la cama”, aduce una), nos adentramos en sus discos, afectos y defectos, en los obstáculos que superó, en su incombustible energía y ganas de vivir, en su automitomanía y tendencia a exagerar (el filme demuestra con cariño que se inventa la mitad de historias), y también en sus partes más oscuras: su egoísmo, su soberbia, sus desapegos. Una intensa película que trata tanto sobre jazz como sobre la pasión de un hombre condenado a ser mitad y superándolo mediante genio y esfuerzo.
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