Español: El presidente del Gobierno de España, José Luis Rodríguez Zapatero con el Presidente de Panamá, Ricardo Martinelli, en las escalinatas del palacio de La Moncloa, en julio del 2011. (Photo credit: Wikipedia)
Tiene guasa lo que está ocurriendo en Panama con Sacyr, no solo por la vergüenza ajena que produce, sino por algo de lo que parece que muy pocos se han percatado todavía.
Hemos esperado un tiempo para ver si los medios de comunicación especializados lo denunciaban, pero como no es la tendencia, vamos a poner unos pocos números para que nos hagamos una idea:
El contrato para la construcción del tercer grupo de esclusas de la ampliación del canal de Panamá fue adjudicado en 2009 al grupo encabezado por Sacyr por un valor de 2.244 millones de euros, dentro del proyecto global que asciende a 3.852 millones. Hace poco, Sacyr, en nombre de su grupo, reclamó un sobrecoste no previsto de más de 1.174 millones de euros, lo que parece una barbaridad, ya que es más del 50% del coste inicial...
El presidente de Panamá, Ricardo Martinelli, como es normal denunció ante la opinión pública tal desbarajuste presupuestario, en un proyecto que es clave para un país entero cuya economía depende en su mayor parte del canal por donde pasan alrededor de 17.000 buques al año, es decir, aproximadamente el 5% del comercio mundial. Una obra colosal que la web institucional marcaespana.es se atrevió a calificar como la obra de ingeniería más importante del mundo. Un proyecto rentable que estimaba que recuperaría el dinero invertido en menos de diez años, y que además generaría una fuerte demanda de empleo en su país.
Ahora viene lo interesante. Vamos a mostrar unos cuantos ejemplos españoles:
- Linea L9 de metro de Barcelona, coste inicial previsto 6.000 millones de euros, coste de ampliación imprevisto ¡10.000 millones!. Sobran las palabras.
- La terminal T-4 de Barajas costó 6.185 millones de euros, 2.000 más que los previstos.
- AVE Madrid-Levante, coste inicial ¡12.410 millones de euros!, coste final desconocido.
- AVE Madrid-Barcelona tuvo un coste final de 8.966 millones de euros, un 31% más del previsto.
- Soterramiento de la M-30 de Madrid, inicialmente presupuestada en 1.700 millones de euros para toda la reforma, finalmente 5.630 millones (siendo generosos).
Lo primero que salta a la vista es que la desviación en el canal de Panamá es un chiste comparado con las desviaciones que se aceptan aquí sin ningún tipo de problema. Hemos podido comprobar, una vezmás, que lo que ocurre en este país no tiene parangón en ninguna otra parte del mundo. Sacyr, acostumbrada a la idiosincrasia Española, no podía imaginar ni remotamente que se quejarían por unos nimios 1000 millones de euros, pura calderilla al lado de otras obras faraónicas españolas.
Lo triste no es que sean obras públicas que pagamos entre todos los ciudadanos, ni siquiera el enorme coste que suponen, lo verdaderamente deprimente sobreviene cuando nos damos cuenta de cómo se amortizan estas obras. Mientras el canal de Panamá es una obra que se amortizará en pocos años con el dinero exterior que aportan los barcos de mercancías que lo atraviesan, la mayoría de obras en España se amortizan (si es que lo hacen) con el propio dinero de los habitantes de su país. Es decir, mientras que en el resto del mundo las infraestructuras públicas se utilizan para aumentar la riqueza del país mediante la entrada de dinero exterior, en España se construyen para extraer la poca sangre que les queda a sus sufridos ciudadanos.
Está claro que nada de lo que ocurre en este bendito país es por casualidad. Ante tamaño descontrol presupuestario debe existir igual baile de comisiones, lo que hace que aquellos que deberían velar por contener el gasto público, sean los más interesados en hacer justamente lo contrario. Pero, como todos sabemos, por mucho que lo denunciemos no va a servir de nada ya que, si por algo se distingue el pueblo español, es por su carácter profundamente masoquista. Así que lo único que podemos concluir es la manida frase: tenemos lo que nos merecemos.
