Esta semana ha terminado la séptima temporada de serie del momento. 'Juego de Tronos', odiada por unos, amada por casi todos, ha desplegado todo su armamento en esta penúltima temporada.
Pero nunca llueve a gusto de todos, y los que la acusaban de folletín familiar en el que casi nunca pasaba nada hasta que llegaba el penúltimo capítulo y se cepillaban a uno de los personajes importantes, han encontrado en esta entrega la serie de aventuras y guerras que querían ver desde el principio.
Por otro lado, los más clasistas y fieles a GOT, han visto en estos siete episodios una temporada más en sintonía con el cine americano, sin profundidad en sus diálogos y precipitándose estrepitosamente hacia un final que merecía ser saboreado como un buen vino.
Lo cierto es que el culpable de que se haya dado la vuelta a la tortilla no es otro que el gigante HBO, y esos siete años en los que -poco a poco- fueron ahorrando. Han querido gastárselo en esta penúltima temporada dando a su público la ración de dragones y batallas que tanto habíamos ansiado los del primer grupo.
Por fin las cosas empiezan a encajar. Por fin los personajes se encuentran -aunque sea de manera algo precipitada-, pero también es hora de que 'Juego de Tronos' llegue a su fin. Y esta nueva velocidad forzada es justo la que la convierte en la mejor de las temporadas.
Hemos gozado con cada batalla y deseamos ver el final de los caminantes blancos tanto o más como ver quien será el próximo en morir.
El desenlace está lejos aún y las hipótesis están encima de la mesa. ¿Qué pasará?