Una temporada con dos partes muy diferenciadas
Hace un mes y medio que se estrenó la T2 de 'Stranger Things', un fenómeno de Netflix que ha arrasado entre las nuevas y antiguas generaciones.
Entre las antiguas, por la evidente melancolía. Y en las nuevas, por las razones de peso que provocan esa melancolia, que viene dada por una forma de contar historias que no sólo data de los iconos de una década, sino por el puro entretenimiento de aquel entonces. Algo que, a día de hoy, se ha perdido por completo.
Cierto es que tras, el bombardeo de promoción meses antes, podíamos intuir que aquella década pasada estaría aún más latente en estos nueve episodios. Quizá mirando demasiado de reojo, o porque somos muy dados a recibir mal el material nuevo sea cual fuere.
Pronto surgió la duda... ¿Nos equivocábamos?
Los primeros cuatro episodios rozaban el tedio y dábamos por perdidas las nuevas aventuras de los de Hawkins.
Pero a partir de ahí... ¡PUM! Se hizo la magia.
La historia se torna mucho más oscura y, una vez muestra sobre la mesa todas sus cartas, se convierte en un festival tan eficaz como nostálgico en el que, personajes como el de Steve, cobran mucha más profundidad y vida de lo que habíamos podido imaginar.
Desde aquí no volveremos a dudar. Si los hermanos Duffer y Shawn Levy tienen claro el camino a seguir, nosotros esperaremos felices, hasta el 2019 si hace falta, para disfrutar de la 3ª temporada.