El cine de Zhang Yimou no solo fue un soplo de aire fresco en lo que a acción se refiere, sino que jamás había abandonado esa pasión por contar historias tan bellas como pintorescas.
Ahí quedan sus dos mejores obras, 'La Casa de las Dagas Voladoras' y 'Hero', films en los que Yimou se tomaba con calma el oficio y hacía historia donde el coñazo de 'Tigre y Dragón' había fracasado.
Todo eso es agua pasada. No es la primera vez que el bueno de Zhang tontea con los americanos. 'Las Flores de la Guerra' ya fue un fracaso -aún contando con Christian Bale en sus filas-, pero este salto al vacío que es 'La Gran Muralla', va más allá del ridículo.
Lo peor es que parece ser una de las primeras co-producciones que vendrán en forma de blockbuster y que mezclarán la cultura japonesa con personajes tan vacíos como los de Matt Damon, o el pobre Pedro Pascal, que indudablemente se merece algo mucho mejor.
Damon no tiene muy claro qué coño hace con un pelucón rubio, un arco que no sabe portar y una armadura que le convierte en un buen candidato para hacer de Hobbit.
Ciertamente, el trío de americanos -no olvidemos la vergonzosa aparición de Willem Dafoe-, es lo peor de todo. Una cláusula más pesada que una losa al cuello que hace naufragar un film que, pese a no tener mucho fondo, podría haber dado más de sí.
Porque lo cierto es que la factura es impecable aun teniendo ese tufillo de serie b que termina provocando la carcajada con ciertos decorados en los que ni el fondo verde, ni el cartón piedra tienen nada que ver, más bien unos bodegones pintados que seguramente provocaron las risas de más de uno en la sala de montaje.
El pobre Yimou mueve los extras y la cámara como muchos quisieran hacer, pero a veces el desastre y la hostia final son tan estrepitosos que es imposible rescatar ni los títulos de crédito.
Querido Zhang:
Recoge los bártulos y vuelve a casa.