Hay una razón de peso para ver 'Mute', más allá de su temática o de la figura de Duncan Jones: estamos hablando de Paul Rudd.
Un tipo siempre interesante -aunque encasillado por momentos-, que en los últimos años nos está brindando los mejores personajes de su carrera.
'Mute' funciona como batiburrillo de films de ciencia ficción, con la sombra de 'Blade Runner' predominando. Pero también funciona como thriller oscuro en el que los suburbios de Berlín son la misma cloaca que aquella 'Sin City'.
Todo vale. No hay ética. Y Paul Rudd lo sabe.
Alexander Skarsgård también lo sabe, aunque se resiste a caer ante tan bajos instintos de supervivencia. Ha conocido el amor, y ella le acepta tal cual es: un lisiado mudo que intenta mirar al mundo con otros ojos, aunque el mundo constantemente le devuelve la mirada recordándole quien es él, y quienes son los demás.
'Mute' mezcla con inteligencia todos estos factores para terminar ofreciendo una joya inmediatamente incomprendida, machacada por la crítica especializada, a la que el tiempo acabará dándole la razón.
Y es que, por muchas líneas argumentales inconexas que haya, o por mucho que su metraje se exceda, todo -absolutamente todo-, tiene un por qué en el universo personal de Duncan Jones.