Esta semana se Netflix estrenaba Okja, quizá uno de sus mayores tantos hasta la fecha aunque no exenta de cierta polémica debida a su paso por el festival de Cannes.
Y es que los puretas más casposos no pueden permitir que un film que no pase por salas y lo que es peor, sea estrenado en una de esas plataformas del diablo que tanto buscan acabar con el cine, se presente en la sección oficial de un festival que ha vuelto a demostrar que la gloria se la reparten entre cuatro.
Pero la realidad es otra. Okja es posiblemente una de las películas con el mensaje más claro y contundente de los últimos años. Disfrazada de fábula, Bong Joon-ho nos muestra es lado más patético y miserable del ser humano, quien aquí, se muestra como el ser egoísta y sin principios que es.
Okja es una declaración de principios y una reflexión a favor de los portadores de esa carne que tanto nos gusta comer.
La industria cárnica y sus beneficiarios son aquí el punto de mira de Joon-ho, el cual no tiene ningún remilgo en tachar a los más carnívoros de insensible e incluso psicópatas, algo que nada descabellado si tenemos en cuenta que estos, son gente que no siente ningún tipo de empatía por el resto de seres vivos. Da para pensar.
Okja no deja de ser un film bello, pero también es dolor, algo así como 'La Vida es Bella' con animales: las similitudes con el Holocausto judío están ahí.
Yo me quedo con el vínculo entre Mijo y Okja, algo irrompible que nadie podría entender jamás y de ahí, el amor hacia la naturaleza y los seres vivos. Algo en lo que ya pocos creen.