Siempre he pensado que Paul Thomas Anderson está sobrevalorado, algo que a nuestra sociedad le encanta hacer. Anderson ha tenido la suerte de estar en el momento oportuno cuando más necesitábamos figuras a las que alabar y convertir en clásicos instantáneos.
Más o menos lo que le ocurre a mi repudiado Iñárritu. Directores que aunque salgan en una película meando contra una pared, siempre vendrán acompañados de ese aura de director de culto que en algunos casos provoca risa y vergüenza ajena.
Lo de Anderson a mi me parece exagerado. Creo que su mayor momento de inspiración vino de la mano de Punch Drunk Love, film que consiguió conmoverme hasta la saciedad y en el que me podía ver reflejado en sus protagonistas. Una pena que el director no volviera a transitar esos caminos.
Magnolia no es una mala película, pero en mi opinión es tan larga y lánguida, que por momentos pierden fuelle algunas de sus historias, siendo el bueno de Cruise el que ocupa absolutamente las mejores escenas del film.
No entraré a hablar de Pozos de Ambición y The Master, pues son el claro ejemplo de lo que comentaba. Cine endiosado y tedioso carente de curiosidad, interés y vida. Y soy consciente de que al decir esto me estoy jugando el cuello con aquellos que dicen ser entendidos del Séptimo Arte.
Puro Vicio recupera el espíritu más gamberro de Anderson, aquel con el que se presentaba en Boogie Nights, una película que no le convertía en el maestro que ahora es, pero que retrataba una época con mucho descaro y humor.
Joaquin Phoenix interpreta a un detective privado muy fumeta y lo hace maravillosamente bien. Disfruta y se mueve a sus anchas durante sus casi dos horas de metraje para mostrarnos la sociedad de Los Angeles a principio de la década de los 70.
Todo es una puta gamberrada y eso es algo que echaba de menos en Anderson. Olvida su acostumbrada seriedad para ofrecernos el retrato de una década de excesos que, como el propio título de la película indica, es la base de una sociedad fatídica que acabaría desvaneciendo sus aspiraciones e ilusiones.
Lo mejor de todo quizá sean los cabreos que pueda levantar sobre aquellos que esperen encontrar al Anderson más “fiel e interesante”.
Sigue así Paul.