Varios son los elementos marca de la casa que reúne la nueva película de Woody Allen.
Lo primero es ese gusto desmedido por la época dorada del Jazz, en este caso los años 20 y claro, por la maravillosa Costa Azul francesa y la magia, la cual ya había estado presente en algunos films de Allen como Scoop.
Si a eso le añadimos la interpretación de Colin Firth, quien crea un calco de los mejores personajes de Woody dotándolo de sus peores pero más divertidas cualidades como la arrogancia, el cinismo y una falsa seguridad es sí mismo que es pura fachada, tendremos todo lo que buscamos en una película de Allen.
Claro está que le podemos encontrar cientos de pegas y tirarla por la borda a la menor ocasión, porque desde luego que Magia a la Luz de la Luna está a años luz de ser una de las películas buenas del neoyorquino, pero sí forma parte de los trabajos que te hacen salir con una sonrisa dibujada en la cara.
Con el paso de los años y con todo lo que Allen ha contado ya en pantalla, es perfectamente comprensible que sus trabajos sean cada vez menores y que si fue la comedia lo que le dio la fama en algún momento, es el género que le resta credibilidad hoy en día, pues es en la tragedia donde el realizador ha firmado sus mejores trabajos en los últimos años, como es el caso de Match Point o El Sueño de Cassandra.
Lo que está claro es que el señor Allen sigue moviéndose como pez en el agua a la hora de crear química entre los personajes principales, dotar a sus protagonistas de inseguridades perfectamente reconocibles para el espectador y rodar con soltura y sencillez escenas de exquisito gusto después de hacerlo en más de 40 filmes.
Esperaremos con ganas hasta el año que viene.