Esto no es Trainspotting. Cualquiera que busque encontrar algo de aquella película mítica en esta segunda parte, está condenado a la decepción más absoluta, pues uno de los grandes errores de nuestra sociedad es comparar. Siempre comparar.
Al igual que los protagonistas, tendemos a mirar siempre hacia atrás. Cualquier tiempo pasado siempre fue mejor, es cierto, pero como dice Veronika, el personaje de Anjela Nedyalkova, no se puede vivir en el pasado: hay que mirar hacia delante, y nunca mirar atrás.
Adelante pues. En esta T2, Renton vuelve a Edimburgo -la única casa que ha conocido en toda su vida-, pese a estar los últimos 20 años viviendo en Amsterdam. Las cosas no han salido demasiado bien, pero teniendo en cuenta el recorrido de sus amigos, parece haberle ido bastante mejor.
Spud continúa enganchado a la heroína. Sick Boy, a la heroína y a los negocios ilegales. Y Begbie… bueno, su odio ha ido alimentándose en el trullo gracias a la traición de Renton. Aquella huida a través del puente de Waterloo marcaría a estos cuatro personajes para bien o para mal.
Toca enfrentarse al pasado, la única forma de redención posible para Mark quien, pese a haber salido mejor parado que el resto, no ha dejado de torturarse por aquello. Ni siquiera es capaz de volver a escuchar ese "Lust for Life" de Iggy Pop.
Y surge la bomba generacional: el inolvidable discurso del “choose a life” se hace más feroz y real que nunca.
Precisamente aquí empieza la polémica. Si la primera parte del film de Boyle se ha convertido en un clásico de culto y un film generacional en el que los personajes vagaban perdidos con 26 añitos mientras hacían Historia con su rabia, marcando a cientos de generaciones alrededor del mundo con un “choose a life” desesperanzador en el que se criticaba la entrada a la espiral social de la que se mofaban nuestros antihéroes -a pesar de que al final un yonkie desalmado tuviera claro que entraría al juego mientras dejaba toda la mierda atrás-, en esta nueva entrega el mensaje es mucho más terrorífico.
Todo con lo que soñaban se ha evaporado. Todos los miedos de Renton han resultado hacerse realidad y su “choose a life” tiene de todo menos “life”.
Resulta tan feroz la sensación de perdedor, tan identificativa con todos nosotros, que es imposible no sentirse incómodo con el nuevo discurso de Renton ante los atónitos ojos de Veronika.
Todo ha resultado ser una mierda y nuestras vidas han sido una mentira. Pero lo peor de todo es que aún quedan muchos años más para sufrir. Todo es un asco, y encima somos viejos...
Si el mejor parado ve así las cosas, el resto de los personajes directamente deberían poner una escopeta en su boca y apretar el gatillo.
¿Que la peli abusa de la nostalgia? Puede ser. Pero a mi me ha llegado.
Siempre anclados en el pasado. Siempre recordando. Siempre torturándonos y torturando a los demás para hacer que en nuestra miserable existencia no estemos -o nos sintamos- tan solos.
Y si hay algo a lo que sujetarnos, al menos que sea la amistad. Lo único positivo de este reencuentro.
Añádanle una banda sonora de impacto totalmente a la altura de la primera parte más una realización como solo Boyle es capaz de hacer, y obtendrán sin lugar a dudas la película más generacional que encontrarán en sus patéticos 40 años.
Una secuela tan necesaria como maltratada.