Mucho más digerible y menos TOSTÓN que el original, que ha envejecido muy mal (quizá a base de tanta repetición).
Y sin Heston, el ex-presidente de la Asociación Nacional del Rifle, de protagonista.
Si no tienes prejuicios ni eres un "entendido", no te la pierdas: está por encima de la mayoría de películas que se estrenan a lo largo del año
Cuando nadie creía en un remake de estas características (yo incluido), Timur Bekmambetov nos ofrece un espectáculo que funciona a la perfección por sus dosis de acción y drama en un espectáculo que, si desde antes de su estreno ya se comparaba con la versión de Wyler, adelanto desde ya que es mucho más digerible y menos tostón.
No digo que la original no sea la obra maestra que todos dicen que es, pero si alguien no la tiene presente, le invito a que le dé un repaso y me diga si no es cierto que el paso del tiempo le ha sentado realmente mal.
Además, tenemos la suerte de no contar con el ex-presidente de la NRA en esta ocasión, y Jack Huston está a la altura de un personaje tan torturado como el de Ben-Hur.
Bekmambetov hace de las suyas en las escenas de acción y la famosa e histórica carrera de cuádrigas es una absoluta delicia para disfrutar en pantalla grande.
Al final es la misma historia de siempre. No cambia: sólo reduce su metraje, algo digno de agradecer para los que consideramos las obras de de 212 minutos un remedio para el insomnio.
A los más prejuiciosos y "entendidos" les parecerá un sacrilegio, pero el resto es posible que disfrute con esta película de aventuras con bastante más calidad que el resto de producciones anuales.
Partamos de la base de que es una adaptación de una obra literaria, con un importante trasfondo filosófico y religioso, que el director y los guionistas se pasan por su particular arco del triunfo, salvando los nombres y los hechos mas notables (el "ataque" al tribuno, las galeras, la carrera y las apariciones puntuales de Cristo) cualquier parecido con la obra original es pura coincidencia. Y qué pasa con el resto del argumento y los personajes principales, ¿dónde está ese Judá torturado? ¿le bastan tres minutos de crucifixión para perdonar a Messala? ¿Y qué se supone qué le pasa a Messala? ¿Es bipolar? ¿Esquizofrénico? No hay quien se crea a ninguno de los dos, no ya por la total y absoluta falta de carisma, sino porque su evolución y motivaciones son ridículas e inverosímiles a partes iguales. Y si hablamos de los secundarios, ¿qué han hecho con el jeque Ilderim? ¿Y Baltasar? ¿Y Quinto Arrio? Desaparecen personajes importantísimos para entender la evolución de Ben-Hur y encima, ese final, que no se cree nadie, con una cancioncilla pop para rematar la faena. Y encima el trasfondo religioso es de risa, Cristo no es el Mesías bíblico, no sé si en aras de la multiculturalidad o quién sabe, sino una especie de hippie del siglo I, y encima se pierde la mística de la del 59 en la que el rostro de Jesús se oculta durante toda la obra, y por mucho que pueda molestar en Ben-Hur, el tema religioso es la piedra angular sobre la que se construye la historia. Es que hasta el "incidente" que desencadena la acción es ridículo, porque tal y como lo plantean, el accidente con el procurador no es tal, sino un atentado premeditado en toda regla, así que el pobre Judá pasa de ser un inocente jodido por las circunstancias al tipo que le ha dado asilo, cobijo y oportunidad y encima ayuda a huir y encubre a un homicida potencial. Un premio al que se le ocurrió hacerlo y dejar la inocencia del protagonista en tela de juicio y con ello cargarse el sentido de la historia. Así que, en resumen, desde el punto de vista temático, argumental y en lo tocante a los personajes la película es para pegarle fuego.
Si hablamos de las actuaciones, baste decir que los protas son insulsos y carentes de carisma y los secundarios más planos que una tabla. Ves a Jack Huston y no te crees que sea el pobre "inocente" puteado por su mejor amigo, ni Toby Kebbell es el cabrón que quiere destacar y está dispuesto a vender a sus amigos/familia. Y luego están Nazanin Boniadi, a la que le bastan tres segundos de mindfullness en el mercado para convertirse en la Madre Teresa de Jerusalén y que tiene la misma cara toda la película, aunque se acaben de llevar a su maestro para ejecutarlo. Y el pobre Morgan Freeman, convertido en jeque rastafari, que se salva por sus tablas, pero que tampoco está en su mejor papel. Vamos, que tampoco por las actuaciones merece la pena ver la película, que películas mediocres han salvado grandes actuaciones, pero ese no es el caso que nos ocupa.
Pasemos ahora al apartado estético. Me ha encantado, de verdad, ver a Esther a caballo con pantalones, porque la sociedad judía del siglo I era súper tolerante, igualitaria y feminista, y no misógina, clasista y xenófoba. Y esos romanos con barba, cuando durante siglos la barba se consideró un signo de esclavitud y no se extendió el uso de la misma entre las clases altas hasta el reinado de Adriano. Por no hablar de la bochornosa imagen de la crucifixión, que reniega de cualquier estética previa, realista o mística, para crear una cosa entre kitsch y naif, que mueve más a la risa que a otra cosa. Y los decorados y la escenografía... ¿en serio no podían hacer un circo más creíble? ¿La batalla naval tenía que ser tan cutre? Es que hasta la carrera de cuadrigas parece de película de sobremesa más que de una producción seria de Hollywood. Vamos que por la estética tampoco se salva, ni poniéndonos puristas desde el punto de vista histórico ni buscando apostar por la espectacularidad.
Y si hablamos de la música... Nada espectacular, ni épico, ni siquiera emocionante; una banda sonora plana que pasa desapercibida y no consigue transmitir nada al espectador, coronada con una canción pop en inglés muy adecuada para el final de una película así. Imaginaos que Gladiator terminara con Joaquin Phoenix y Russell Crowe abrazándose en el Coliseo a los sones de We are the champions, ¿a que no p...