Quizá hay que tomar conciencia para interesarte por un documental como Empatía, o puede que alguien quiera querer acercarse a una realidad que, por mucho que nos cueste aceptar, es del todo palpable.
Podemos mirar hacia otro lado, buscar problemas más graves en nuestro entorno y en nuestra vida, pero despreocuparnos por los derechos de los animales y la crueldad con la que los hemos tratado durante miles de años, es sólo la punta del iceberg de una sociedad que se tambalea por la falta de principios éticos y morales.
Y no pretendo juzgar a la gente que consume animales, es una batalla perdida antes de empezar siquiera.
Ed Antoja emprende un viaje tan personal, que terminará por hacerle replantearse si realmente es amigo del reino animal o por el contrario vive en otra realidad paralela, a veces por desconocimiento y otras por comodidad.
Los hábitos de Ed al igual que los nuestros, son tan inocentes como destructivos. ¿Realmente sufre un animal? ¿Necesito provocar dolor y muerte a otro ser vivo? ¿Necesito hacer esta mierda para vivir?
La respuesta será en todo momento un rotundo NO, puesto que vivirá en primera persona algunas de las atrocidades más salvajes llevadas a cabo por la peor especie existente, la nuestra.
Zoos, grajas, mataderos, criaderos... no sólo se trata de la aniquilación de todos los animales del planeta, es una cadena destructiva que va acabando con los recursos que posiblemente podrían acabar con el hambre en el mundo.
El tema y las opiniones de cada uno son tan complicadas, que es necesario descubrir el film de Antoja por uno mismo, pues el tema puede parecer sensacionalista si no nos informamos en primera persona.
Y todo esto apto para todos los estómagos y públicos, pues el buen gusto de su director pasa por no mostrar absolutamente ninguna atrocidad, algo digno de agradecer. Si puedes convencerme con hechos y no con imágenes, indudablemente creeré mucho más en ti.
Documental necesario. Una suerte que lo hayamos podido ver en sala, un circuito poco común para este tipo de producto.