Que nuestro cine está de capa caída es un secreto a voces. Salvo honrosas excepciones, nuestra industria parece recurrir a la comedia tonta y romántica que tantas alegrías dio en pasadas décadas, pero que quizá por pulso narrativo, quizá por desastres de guión o por género trillado, todo este cocktail de enredos varios, se ha quedado más bien obsoleto.
Ahora o Nunca cuenta con un reparto de lujo que hacen lo pueden por sacar a flote el pastiche, sino fuera por ellos, es posible que el resultado fuera tan deleznable como lo fue hace unos meses ese bodrio llamado Perdiendo el Norte, que con otro argumento y localización, jugaba en la misma liga que el film que nos ocupa, pero con resultados mucho más vergonzosos.
Eso si, ambas revientan la taquilla. Buen ejemplo del nivel de exigencia del público español.
Momentos divertidos los tiene. Los padres de la pareja son dos culturas tan opuestas que hasta ellos simpatizan desde el primer momento ávidos por correr aventuras por Europa. Impagable la escena en la que Dani Rovira se juega la maleta en Amsterdam a ver quien aguanta más poniéndose hasta arriba de cierto pastel alucinógeno, pero poco más…
De hecho es el propio Rovira quien salva las escenas más hilarantes de la película. Sus escenas son las que despiertan mayor interés en el espectador, porque seamos sinceros, la historia paralela de la novia y sus amigas en la campiña inglesa, carecen por completo de interés alguno y pueden llegar a rozar la vergüenza ajena al igual que esas conversaciones telefónicas empalagosas entre la pareja protagonista.
Amén del momento en el que se reencuentran… Uno no da crédito a lo que está viendo y aún después de algunas horas, sigo pensando si aquello ha sido una broma o realmente nos han intentado colar ese final como emotivo.
¿Qué le ha pasado a María Ripoll? Es todo un misterio. Lo que si tengo claro, es que Ocho Apellidos Vascos tendrá imitaciones baratas que harán mucho daño en nuestra industria y lo que es peor, reflejan una realidad de nuestro país muy a la altura de las españoladas de las que tanto hemos querido renegar.
