No será el mejor film de Edgar Wright, pero lo cierto es 'Baby Driver' conserva parte de su afinado sentido del ritmo y del humor.
Una banda sonora que no existiría si no se hubiesen adelantado los Guardianes de la Galaxia, exprimida con gusto hasta el final -y con todas sus consecuencias-: en este caso, la música juega más a favor del film que en otras ocasiones, contando con escenas que están hechas para acompañar a la música y no al contrario, como estamos acostumbrados.
Junto con la bomba de relojería que ya es de por si, forman un cocktail explosivo que, pese a la ausencia de Pegg y Frost en las primeras filas, los americanos terminan saliendo airosos con sus personajes.
Aquí no hay espacio para los perdedores ingleses a los que Wright nos tiene acostumbrados y que, en algún momento del metraje, tanto añoramos.
Aunque hay humor y personajes extravagantes, la marca de la casa funciona a la perfección a pesar de que sigan siendo los motores y las velocidades extremas lo que impera en una película que se las tiene que medir con la franquicia más fructífera hasta la fecha en lo que a coches se refiere y que, además, estrenaba nueva secuela este mismo año.
Pero a pesar de ello, el perfil de espectador que busca ver los films de Diesel no es el mismo que los fieles de Wright, que seguirá haciendo las delicias de sus fans y hará que otros muchos revisen sus anteriores trabajos.
Esperemos que el bueno de Edgar vuelva pronto a Europa para reunir a los chicos y no tarde otros cuatro años en regalarnos otra joya de las suyas.