A veces, entre tanta mala película española insustancial y tonta, aparece un realizador que marca la diferencia. Calparsoro siempre lo ha hecho con todos sus films. Los primeros más intimistas y generacionales en mi caso y los últimos para el gran público, pero siempre con elegancia y con los mejores directores americanos como referencia.
Salto al Vacío, Pasajes, A Ciegas y Asfalto. Cinco años acompañando al realizador en sus historias más truculentas y cercanas, pero siempre con la intención de contar algo.
Después tuvimos un Calparsoro más o menos acertado, pero siempre incansable, del que habría que resaltar Invasor y esta Cien Años de Perdón. Cine comprometido y adulto.
Eso no quiere decir que Daniel pierda el gamberrismo que tanto le marcó en su momento. El film es una patada en los cojones a nuestro sistema bancario y político. Una película hecha para los millones de afectados por esta lacra social que nos hace la vida imposible.
Un fuck you a la corrupción, a la policía, al gobierno… en resumen a ese cadáver putrefacto en el que se ha convertido este país y que parece que no estamos dispuestos a quemar.
Todo a través de unos ladrones que pretenden dar el palo de su vida en una sucursal de chorizos sin alma y que se encuentran con algo mucho más grande de lo que pensaban manejar.
Calparsoro se mueve como pez en el agua (nunca mejor dicho) entre personajes al límite, violencia y unas escenas de acción rodadas como nadie. Un elenco de actores cabreados dispuestos a hundir un gobierno en el que brilla con luz propia Rodrigo de la Serna, ladrón convertido en héroe que intentará prender fuego a la sociedad española.
Una película realmente necesaria, gamberra y bárbara. Ojala todos tuviéramos los cojones de esta banda de atracadores.