Lo que primero llama la atención de Corazones de Acero es el hecho de que sea una película de Hollywood en la que no existe ni un mínimo ápice de esta industria.
Es extraño contando con reparto plagado de estrellas donde, por supuesto, sobresale el bueno de Pitt y con un director, David Ayer, que bien sabe moverse en un cine americano con altos presupuestos y lleno de acción.
Todo eso, aunque aquí está bastante presente, queda en un segundo plano al capturar la esencia de una guerra con sobrada brutalidad y falta de escrúpulos, pues cuando crees haber visto todo el cine bélico habido y por haber, Ayer te golpea en la cara con la miseria más absoluta.
Todo es feo en Corazones de Acero. Todo es gris. No hay esperanza, el sentimentalismo ha muerto para dar paso a la muerte y al más puro salvajismo.
Solo importa eso. Matar. A cuantos más mejor.
El film avanza sin tregua precisamente gracias a la labor por un lado de sus actores, donde destaca la solvencia de Shia LaBeaouf y el buen hacer de Brad Pitt, en un personaje atormentado por las barbaries cometidas.
Y por otro lado la fotografía de Roman Vasyanov, quien nos ofrece un retrato sobre la guerra más aterrador que un film de género, dejando el desembarco de Normandía de Spielberg como una película de Disney.
No hay medias tintas. De principio a fin aquí solo hay sufrimiento. igual que en una pesadilla. Igual que en una guerra.