Hay muchas cintas sobre el fenómeno de los experimentos, pero quizá no tantas tan fieles a la trama original como Experimenter.
Stanley Milgram pasó su vida dedicándose a las zonas más oscuras del cerebro humano. Su mayor logro fue poner en tela de juicio algo que se llamo posteriormente: La banalidad del mal.
Este experimento consistía a través de un absoluto engaño, en proporcionar dolor a otros siempre acatando las órdenes de un tercero y terminar el experimento pese a los ruegos del segundo por finalizar independientemente de las consecuencias.
Más del 65% terminó el experimento aun sabiendo los daños irreparables que podría haber causado. Y desde aquí podemos plantear cientos de preguntas:
¿Qué obliga a alguien a causar daño a otro sólo porque haya recibido una orden?
¿Quizá ese motivo es el mismo por el que casi un país entero acató órdenes de exterminar a todos los judíos? Cuesta creer que miles de alemanes tuvieran la misma mezquina fijación que el führer durante el periodo de la Alemania Nazi.
Como la película muestra con imágenes de archivo, estos experimentos se llevaron a cabo durante el juicio a Adolf Eichmann, quien en ningún momento sintió ningún tipo de culpabilidad ya que declaró que en todo momento acataba órdenes de arriba y fueran o no en contra de su voluntad.
Naturalmente esto tuvo represalias para Milgram quien fue acusado de falta de ética por contribuir al engaño de los participantes y su posterior daño psicológico.
En un formato casi documental, Experimenter recurre a decorados dibujados y a romper con la cuarta pared para poder explicar al espectador las reflexiones de Stanley y así hacer al espectador cómplice de su historia.
Una película tan original como fría y polémica.