Frío en julio bebe mucho y con descaro del thriller americano de los años 80. Con una lograda estética es imposible no acordarse de la reciente Drive, pues ambas comparten cierto tipo de ritmo e hincapié en la música para contar una historia en la que la violencia crece a medida que avanza la trama.
Frío en Julio parece beber también de referentes como los del cine de Carpenter. El uso de la violencia, los espacios, su pausado ritmo o la música forman un delicioso pastiche que los fans del director sabrán apreciar.
Incluso un icono de aquella década como Don Johnson sirve maravillosamente de trampolín para dar un salto al pasado y adentrarnos en una trama tan grotesca, como negra en la que no faltan giros de guión tan radicales en su desenlace que posiblemente sin ese salto no nos colarían una historia tan retorcida.
Su formula ochentena es lo que hace creíble esta cruda historia de venganza dado que los que crecimos con este tipo de cine dominamos el lenguaje o los códigos de la trama a la perfección y aunque tengamos la sensación de haber visto la misma película una y otra vez, quedamos agradecidos y en paz ante lo que estamos viendo.
Sorprende ver también a Michael C. Hall en un cambio de registro aunque siempre con la sangre como denominador común, pues parece que es ahí donde el actor se siente más cómo a la hora de trabajar y nosotros se lo agradecemos.
Una pequeña joya del cine americano independiente que todos los amantes del género y de una época que nos cambió la forma de entender el cine deberían ver.