Partiremos de la base de que el musical nunca ha sido un género que me haya gustado demasiado. Películas como Nine, Moulin Rouge, Chicago, Mamma Mia! o Los Miserables siempre me parecieron films aptos para el suicidio o la tortura. No puedo tolerarlo ni en las películas de Disney. Me producen alergia.
Aún así, accedo a ver La la Land. Y lo hago pese a intuir que, por mucho que haya arrasado en los Globos de Oro, a mi me parecerá el típico pestiño que la gente tendrá en boca los próximos meses y que servirá como tema de discusión cuando suelten lo maravillosa y bonita que le pareció mientras yo caigo fulminado por la narcolepsia.
Aún así, no es un mal film. Su guión está sumamente trabajado al igual que las coreografías. También está más que diseñada la historia de amor que, pese a lo que muchos han dicho, SÍ es un pastel: no lo neguemos.
Sus constantes referencias a la ciudad de la industria cinematográfica la convierte en una película llena de clichés sobre los entresijos del mundillo del espectáculo y el glamour -tantas veces ya vistos, y con mejores argumentos- y desacomplejadamente dirigido al público mainstream.
No nos equivoquemos: 'La la Land' no ha revolucionado el género. Es más, deja ese tufillo a repetitivo que hace pensar que, sin los dos actores de moda y el trabajo de Chazelle detrás de la cámara, la repercusión de este producto no sería en absoluto igual y sólo así podría convertirse en el film de culto que alguna facción de la crítica pretende que sea.
Si os gusta el musical azucarado, saldréis encantados. Si no, corred en dirección contraria.
Gracias por el trabajo bien hecho que nunca tiene fronteras, gracias por tener a los lectores de esta web tan bien informados y espero mucho, mucho de este equipo de gente fantástica.
Un abrazo para todos.