Es curioso el caso de Álvaro Fernández Armero, un tipo que en el año 1994 se presentaba con Todo es Mentira, una opera prima sumamente repudiada por algunos y que, en mi caso, aún tengo grabada en la retina -y a fuego- como una autétntica película generacional...
Durante mucho tiempo -e incluso a fecha de hoy-, los problemas de aquellos jóvenes perdidos que empezaban a tontear con el amor y mantenían sus primeros contactos con el mundo laboral, estaban tan bien llevados que no era difícil para alguien de 20 años identificarse con sus personajes.
Armero intentaba volver a radiografiar la juventud de finales de los 90 con Nada en la Nevera, que pese a ser una divertida comedia, no pasaba de ahí, pues esta vez los clichés de una generación pesaban más que su contenido. Seguíamos perdidos, pero ya no tenía nada que ver con Coque Malla ni sus aventuras.
Pasaron los años y Armero tuvo sus más y sus menos dentro del mundo del celuloide, pero jamás conseguiría repetir aquel boom que supuso para muchos de nosotros su primera película.
Las Ovejas no Pierden el Tren parece llegar veinte años después, con un servidor atravesando la recta final de la treintena -al igual que alguno de los personajes protagonistas-, y otros ya entrados en los cuarenta. De cualquier manera, ambos perfectamente reconocibles, tanto por lo que vive actualmente mi generación como por lo que vamos a vivir en muy poco tiempo.
Todo esto hace que el caso de Armero sea algo extraño, pues parece haber retratado -se podría decir que con más tino que desacierto- a dos generaciones en las que me he visto involucrado.
El film no cuenta nada nuevo. Es más, muchas veces tenemos la sensación de haberlo visto mil veces, pero eso no es motivo suficiente para no poder encariñarnos con los personajes, entenderlos y desearles lo mejor.
Los ideales de pareja y amistad completamente rotos, el fantasma que planea sobre todo lo que queríamos alcanzar -y que jamás llega-, la familia… El puto destino que siempre tiene otros planes para nosotros.
Las Ovejas no Pierden el Tren habla de todo esto y mucho más en clave de comedia, sí, pero no exenta de mala baba. Y eso siempre es de agradecer cuando quieres reírte de ti mismo.