Si hace unas semanas hablábamos de la necesidad de películas como La Gran Apuesta, ahora lo volvemos a hacer con Spotlight, cuyo argumento es mucho más accesible y directo que el film de bancos.
Thomas McCarthy cuenta aquí una historia real de pederastia cometida por la iglesia durante décadas, que se destapó en el 2002 por un grupo de periodistas que no tuvieron miedo al escándalo. Aún así, su mayor logro es centrarse en el trabajo de investigación de estos reporteros y no ahondar demasiado en terrenos escabrosos, sin por ello dejar de tener claro con qué clase de "Mal" estamos tratando.
Por todo esto, Spotlight se convierte en un film comprometido en el que sus participantes son conscientes del grado de éste, además de la necesidad de sus personajes por ser profesionales hasta el final.
Buena prueba de ello es el trato que el realizador ofrece a momentos tan sumamente duros como los interrogatorios a las víctimas, la decisión de que impere la ética por encima del miedo y la hipocresía en un país donde tragedias como estas son escondidas en lo más profundo del océano para no volver a ver la luz jamás.
Una buena película, necesaria por su argumento, imparable en su trabajo periodístico contra las jerarquías católicas. Y sobre todo, elegante y exenta de cualquier tipo de sensacionalismo.