Es curiosa la carrera de Fernando León de Aranoa. Cierto es que dentro de ese círculo tan hermético en el que endiosan sin explicación aparente a ciertos directores en nuestro país (Bayona, Vermut, etc…), León de Aranoa podría ser el único con talento real para trabajar personajes, diálogos y situaciones.
Tampoco es que piense que su filmografía es brillante. Quizá podría rescatar a título personal Barrio y por supuesto Familia, pero pienso que Los Lunes al Sol y Princesas están sobrevaloradas, de la misma manera que reivindico un film como Amador, el cual pasó sin pena ni gloria por nuestras pantallas. Algo muy típico en nuestro cine.
Lo que está claro es que a León de Aranoa le interesa el drama social y es capaz de filmar un relato tan desgarrador como el de Un Día Perfecto sin perder el humor que siempre le ha caracterizado.
Gran elección salir a rodar fuera este ejercicio realmente difícil para contar una historia sobre un grupo de Naciones Unidas en algún lugar de Los Balcanes durante el año 95, ya con la llegada del final de la guerra.
Su humor se vuelve más salvaje que nunca y lo sabe. Es consciente que, para contar algo tan brutal, es necesario cubrirlo con capas, como si de una cebolla se tratara pues, de no hacerlo, sería un producto realmente difícil de digerir.
Benicio del Toro y Tim Robbins forman un tándem con sobrada química que hace de sus interpretaciones quizá lo mejor del film. Sobretodo del Toro, que sin tener a estas alturas nada que demostrar, da una lección de interpretación y humildad que muchos quisieran para sí.
Un Día Perfecto no es una película fácil ni agradable. Cada capa que vamos quitando nos descubre una realidad aún más cruel que la anterior demostrando que el animal más salvaje puede ser más civilizado que los seres humanos.
Una gran joya que confirma a Aranoa como el maestro que es.