Warcraft no es una película perfecta, eso está claro. Está vacía de lo que en principio parece querer conseguir.
No llega a la épica de trilogías como El Señor de los Anillos. Ya no sólo por un guión lleno de agujeros, sino por motivos obvios del cine de acción de nuestros tiempos. Está más preocupada por sus efectos especiales y en ilógicas coreografías, que en lograr una perfecta simbiosis en el conjunto.
Por otro lado, mentiría si dijera que es una mala película. Ni tan siquiera es aburrida. Pero lo cierto es que los seguidores del video juego son los más acertados para valorar la historia.
Ellos son los que juzgarán que toda la mitología está presente en el film y cuidada con sumo tacto. Algo complicado debido a la cantidad de subtramas desde el origen del juego y aún así, Duncan ha sabido valorar y dosificar en su justa medida.
Si al director se le ha quedado grande o no un film como este, es harina de otro costal.
Duncan Jones se mueve como pez en el agua en historias enrevesadas y de bajo presupuesto. Sus dos anteriores films así lo demuestran. Pero a todo autor le llega el momento de probar suerte en el cine de masas, y es ahí donde la mayoría pierde su autoría.
Pese a todo, me sorprende la cantidad de barbaridades leídas sobre el film. Puede ser una historia complicada y confusa para los desconocedores del universo Warcraft y puede tenga varios fallos de guión, pero está lejos de ser tan minada por la crítica, porque al final, termina cumpliendo con creces su objetivo de entretener.