El principal problema que tiene Paris-Manhattan es que intenten colarnos de manera tan descarada el humor de Woody Allen con tan poca gracia y sentido de contexto.
Entiendo que su protagonista esté obsesionada con las películas y el neoyorquino, incluso encuentro cierta gracia en que tenga conversaciones imaginarias con él, pero lo que en ningún caso puedo llegar a aceptar es que el personaje principal de la película de Sophie Lellouche tenga toda la verdad absoluta sobre Allen y no sepa ni siquiera como manejar la frescura de éste, sus obsesiones o su sentido del humor.
Quizá si hubieran levantado otra estúpida comedia francesa alrededor de sus acostumbrados estereotipos, el resultado sería igual de mediocre, pero sin ningún tipo de aspiración para el espectador medio que acude al cine interesado en encontrar algún tipo de experimento extraño.
Pero no, desde el primer minuto Paris-Manhattan resulta aburrida, pretenciosa y sosa, queriendo hacer gracia sin tenerla a partir de situaciones tan insulsas como ridículas, pues nada de lo que les ocurre a los personajes es de nuestra incumbencia, por no hablar de las conversaciones entre ambos protagonistas, las cuales buscan desesperadamente la chispa del ingenio pero solo logran aumentar el desinterés y el desprecio del público.
Imagino que el hecho de que Allen prestase su voz en el film es fruto de su egocentrismo, pues el empacho de dulce del que la película hace gala es justamente de lo que nuestro hipocondríaco favorito ha huido siempre.
Hasta aquí, todo "Lo peor" de la película.
Lo mejor: Suerte que Paris-Manhattan no pasa de los 77 minutos de metraje…