La pereza y la desidia se hacen latentes cuando oímos hablar de un nuevo reboot de 'Spider-Man'. Nos han contado unas cuantas veces como Peter Parker es picado por una araña, su relación con el tío Ben, etc…
Lo cierto es que Marvel ha tenido muy en cuenta estos y otros inconvenientes y han contado con la presentación que hicieron del trepamuros en 'Capitán America: Civil War'.
Así que, sin el más mínimo interés por atravesar el mismo arco argumental, nos encontramos a un Parker recién llegado de su misión con los Vengadores e intentando encontrar un equilibrio entre su nueva faceta de superhéroe y el estudiante adolescente que se supone que debería ser (no dije que el resto del metraje fuera innovador).
Con el resto de los Vengadores metiendo las narices por medio, el bueno de Iron Man se lleva la palma probando a nuestro héroe a la hora de decidir si se unirá o no a su pequeño club privado.
Y -pese a seguir rizando el rizo con el personaje- lo cierto es que, después de seis películas, hemos encontrado en Tom Holland al mejor Spider hasta la fecha, en parte gracias a que posiblemente - y pese a su juventud -, es mejor actor que los que anteriormente osaron ponerse el traje.
Y, desde luego, es el mejor film sobre Spidey que hemos visto. Watts consigue una de las mejores realizaciones de la saga con un guión que, por fin, hace justicia al personaje.
No hay villanos con motivaciones grandilocuentes: aquí, El Buitre -interpretado por un pasadísimo Michael Keaton-, sólo quiere hacer justicia de una manera tan racional que, en ciertas ocasiones, cuesta estar del lado de los buenos.
Homecoming no se toma demasiado en serio y consigue que prestemos atención a la cantidad de secundarios simpaticones que tenemos, haciendo que las posibles carencias que tiene un personaje tan manido y soso como Spider-Man pasen desapercibidas, construyendo un magnífico film de superhéroes.