Un film que, definitivamente, nos hace recuperar la esperanza en los personajes de cómic completamente manidos.
Después de varias semanas sembrando el caos, y con uno de esos dificilísimos momentos de comunión entre crítica y público,nos atrevemos a hablar un poco del fenómeno Joker...
Y es que la gente no anda desencaminada, qué va... Nadie se esperaba que la nueva versión de los comienzos del archienemigo de Batman en Gotham fueran así…
Ya no es únicamente la ambientación de los 70, la delicadeza con la que trata la enfermedad mental o el cuidado para despejar algunas X de juventud, se trata de la energía con la que Phillips y Phoenix abordan un personaje y lo moldean sin prisa, a fuego lento, para prepararlo hasta lo que será un éxtasis absoluto, ya seas fan o no del universo del hombre murciélago.
Lo que está claro es que estamos ante la película del año. Un film sucio de personajes marginados que nos lleva constantemente al Travis Bickle de Taxi Driver. Uno no puede dejar de intentar dar sentido a los actos de estos dos personajes excusando las explosiones de violencia empujadas por una sociedad que ha sido constantemente injusta con ellos desde el día de su nacimiento.
A este placer culpable hay que añadirle el hecho de sentir una atracción desmedida por este personaje tan patético como salvaje que, a pesar de tomarse el film como único (no habrá secuelas) e ir en una dirección completamente independiente a la de la industria de Hollywood, no deja de ser cuidadoso con la historia original que siempre ha ligado al Joker con Bruce Wayne.
En definitiva, Joker entra de cabeza en la lista de los films de culto y nos hace recuperar la esperanza en los personajes de cómic completamente manidos.