Hace poco alguien me dijo que La Isla Mínima era algo así como el 'True Detective' español, y realmente no es tan disparate... Su director, Alberto Rodríguez, ya ha afirmado que la idea es anterior, y seguro que tenía otros referentes en su cabeza cuando escribía el guión, pero lo cierto es que son muchas las similitudes con la serie...
Aún así intentemos partir de esa premisa y llevarla hasta la España más cañí… Ojo porque bien sabemos que esto podría ser un disparate de los grandes y quedar en un resultado ridículo como ocurre con muchos ejercicios del cine español. Un quiero y no puedo, o más bien, un quiero y no sé.
La diferencia con otros que intentaron recorrer el mismo camino, es que Rodríguez mima mucho los detalles y construye un puzzle en un espacio que nada tiene que ver con la ciudad y en una época en la que España está saliendo de su época más oscura e intentando abrazar la democracia sin saber mucho sobre ella.
Este entorno bien puede recordar a True Detective, Texas Killing Fields o Arde Mississippi, por mucho que choque lo árido de sus tierras o el acento de sus gentes. Los pantanos en los campos de cultivo, las plantaciones, las lluvias torrenciales y las marismas son, al fin y al cabo, uno de los principales alicientes para entrar de lleno en la atmósfera de la película.
¿Y después? Pues después se nos presentan varios asesinatos con torturas y a dos policías de ideologías distintas -en un momento de cambios políticos-, que intentan resolver el caso a la vez que redimir sus pecados, porque aquí todos esconden algo, motivo por el cual el film queda lleno de frentes abiertos que enriquecen su trama.
Y es esa falta de comunicación en un lugar apartado y olvidado por el mundo lo que envuelve al espectador en un atmósfera malsana que ya antes de ver la película queda perfectamente retratada en su póster, pues los marrones, la lluvia y la soledad predominan durante todo el metraje.
Alberto Rodríguez firma con La Isla Mínima su mejor película a la fecha, pero es necesario añadir que toda su filmografía es un soplo de aire fresco dentro del cine español, una industria inexistente en la que, películas como esta, hacen que puedas volver a creer que un cambio en nuestro cine es posible.