Alguna joya más nos tenía que dar el 2016, al menos cinematográficamente hablando. Comanchería es de esos films tan hipnóticos que tan acostumbrados nos tenían los hermanos Coen en los 90.
Los personajes, perfectamente dibujados en un marco tan rural como inhóspito al sur de Texas dónde el tiempo no parece pasar.
El lenguaje de estos cowboys perdedores, los prejuicios étnicos de un sheriff que intenta resolver una ola de robos a bancos dejados de la mano de Dios y una violencia desatada donde todos y cada uno de ellos recibirán una cura de redención, son ingredientes más que reconocible para unos de los mejores films del año.
No sólo con plomo se sostiene el entramado, pues la adrenalina y la moral se anteponen a un plan perfecto que es doblegado a causa de las reacciones de unas acciones no del todo tan morales.
Y, ¿cómo no? Toda esta ensalada de tiros viene acompañada de unos dilemas morales y sociales envueltos en un negrísimo humor convirtiendo Comanchería en un film sumamente adictivo que recupera el verdadero sabor del cine con mayúsculas.