Una OBRA MAESTRA que CAMBIÓ el CINE ESPAÑOL Para Siempre
Hay películas en las que parece que pasa muy poco y, sin embargo, la tensión puede cortarse con un cuchillo. Estamos sentados al borde del asiento sin saber muy bien por qué, convencidos de que algo dramático está a punto de ocurrir, pero no tenemos idea de qué...
Crear este tipo de tensión, de suspense, no es nada fácil. La genialidad está en crear un drama de manera muy sutil, utilizando el silencio, construir una historia basada en lo que se deja de decir, en lo que queda en el aire, y poco a poco, como con un cuenta gotas, dejar caer la tragedia.
Carlos Saura demostró en La caza ser un maestro en ese arte...
Tres amigos, José, Paco y Luis, se reúnen después de muchos años para hacer lo que solían hacer en los viejos tiempos: cazar conejos. Nos enteramos que antes también iba con ellos un cuarto amigo que lamentablemente no puede estar ahí, por alguna razón, no sabemos cuál, que todos lamentan. Se les ha unido el cuñado de Paco, Quique, que podría ser el hijo de cualquiera de los tres.
Inmediatamente nos damos cuenta de que José es un hombre de carácter fuerte, agresivo y bruto, con una sola visión de las cosas, la suya, incapaz de tolerar cualquier otra cosa a menos que sea absolutamente necesario. Paco, sin aparentar ser débil, es más llevadero, más dado al compromiso, pero incapaz también de dar su brazo a torcer se sus intereses se ven amenazados. Luis es un hombre roto, alcoholizado, irresponsable, pero nada tonto. Enrique es un chaval, nuevo en todo, pero atento, curioso y con ganas de probar su valentía de alguna manera.
Además de ellos hay dos personajes más Juan, que cuida las tierras en las que van a cazar, y Carmen, su sobrina de doce o trece años.
La dinámica entre los tres hombres es tensa. Sobre todo entre Paco y José, Luis, cumple en cierta forma el rol del bufón en el viejo teatro, no influye demasiado en la historia pero debido a sus torpezas y salidas de tono, nos vamos enterando de lo que ocurre y va a ocurrir.
La caza es una historia de intrigas en un ámbito increíblemente reducido por la que la tensión, como ya he dicho, es enorme, agobiante. Muchos planos cerrados de los rostros y cuerpos sudando sin parar, planos abiertos de paisajes desérticos que encandilan y que en lugar de darnos oxígeno, nos lo quitan. Los tres hombres beben y beben cada vez más, las armas están siempre a la vista, el calor es insoportable, y cada vez nos vamos enterando de más y más cosas que, lejos de unirles, les separan irremediablemente.
Una gran película que, si no han visto, deberían vere cuanto antes. ¡Que la disfruten!